Chiste


Un chiste español Se abre el telón y aparecen, en un mismo escenario:

el ex presidente de Bankia firmando su propia indemnización; dirigentes de la Caja Castilla La Mancha, de la CAM y de Banco de Valencia revisando extractos bancarios para comprobar si han cobrado sus respectivos finiquitos;

consejeros de ex Cajas de Ahorro hoy convertidas en banco añadiendo ceros a la derecha de diversas cantidades;

concejales de urbanismo estrechando manos de promotores mientras con la otra mano se guardan un abultado sobre en el bolsillo; los mismos concejales y otros cuantos más aprobando en plenos municipales nuevos barrios para duplicar o triplicar la población local, urbanizaciones sobre la arena de las playas, campos de golf en zonas resecas, palacios de congresos, auditorios y puentes colgantes de renombrados arquitectos;

concejales tránsfugas cambiando de sillón y de voto;

presidentes de Diputación inaugurando aeropuertos sin aviones, autovías sin tráfico y museos sin contenido;

presidentes y consejeros autonómicos firmando falsos ERE, fraccionando contratos para no sacarlos a concurso, entregando hospitales públicos a empresas constructoras, haciéndose trajes a medida, hablando por teléfono con amiguitos del alma, poniendo primeras piedras de parques temáticos, velódromos, ciudades de las artes, ciudades de la justicia, ciudades de la luz, ciudades de la ciencia, ciudades de la hostia; dirigentes tan defensores de la familia que contratan a la propia hasta varios grados de consanguinidad;

directores generales cargando copas, putas y coca al presupuesto; consejos de ministros firmando indultos a banqueros y aprobando amnistías fiscales;

bancos perdonando deudas a partidos; gobernantes incrementando su patrimonio a ritmo exponencial;

tesoreros firmando contratos fantasma para financiar el partido; empresarios ofreciendo sobornos para conseguir contratos públicos;

concejales exigiendo sobornos a empresarios para otorgarles contratos públicos;

diputados votando en bloque para impedir comisiones de investigación y comparecencias;

empresas privatizadas y entregadas a compañeros de pupitre;

palcos futbolísticos donde se cierran negocios;

un presidente de la patronal quebrando empresas, dejando agujeros millonarios y a cientos de trabajadores en la calle;

grandes fortunas haciendo la declaración de la renta y saliéndole a devolver;

aviones con destino a paraísos fiscales que despegan con dificultad por lo cargadas que llevan las bodegas;

noventa y nueve mariachis cantando corridos en la junta general de una Sicav;

obispos marcando la X en la casilla de la declaración de la renta;

obispos disfrutando vacaciones eternas en el paraíso fiscal español;

un presidente del Tribunal Supremo cenando de lujo con su amigo en Marbella;

el yerno del rey, la hija del rey, el rey;

Don Vito saliendo de la cárcel;

Jaume Matas usando la escobilla…

¿Cómo se llama la película? ¿Crisis? Frío, frío. ¿Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades? Frío, mucho frío, helado. ¿Burbuja? Frío, frío, seguimos lejos. ¿Estafa? Templado, templado. ¿Robo? Calentito, calentito. ¿Corrupción? Caliente, muy caliente. ¿Corrupción masiva? Cada vez más caliente, a punto de quemarte. ¿Corrupción sistémica? Cuidado, cuidado, que te quemas… Se cierra el telón. Aplausos y risas. (Se ruega no traduzcan este chiste al alemán, no sea que lo lean en Berlín y acaben mandándonos a tomar por…)

Impuestos vs crecimiento vs empleo


Resumamos:

Menos dinero = Menos consumo.
Menos consumo = Menos compras
Menos compras = Menos ventas
Menos ventas = Menos beneficios
Menos beneficios = Menos recaudación de impuestos
Menos recaudación de impuestos = Menos inversión pública
Menos inversión pública = Menos empleo
Menos empleo = Menos dinero

Y volvemos a empezar como aquello de un elefante se balanceaba en el extremo de un alambre . . .

No hay problema. Subimos los impuestos.
Pero. . .
Más impuestos = Menos dinero
Menos dinero = Menos consumo.
Menos consumo = Menos compras
Menos compras = Menos ventas
Menos ventas = Menos beneficios
Menos beneficios = Menos recaudación de impuestos
Menos recaudación de impuestos = Menos inversión pública
Menos inversión pública = Menos empleo
Menos empleo = Menos dinero

Y volvemos a empezar como aquello de dos elefantes se balanceaban en el extremo de un alambre . . .

A ver, un momento, me he perdido. De que estabamos hablando. del impuesto sobre los carburantes que cada vez se consumen menos, o sobre el impuesto sobre el valor añadido (IVA) que cada vez se compra menos, o el impuesto sobre renta que cada vez se cobra menos,  . . .

Repito me he perdido. Qué es lo que se me escapa.
A ya.
Tres elefantes se balanceaban en el extremo de un alambre . . .
Cuatro elefantes se balanceaban en el extremo de un alambre . . .
Cinco elefantes se balanceaban en el extremo de un alambre . . .
Seis elefantes se balanceaban en el extremo de un alambre . . .
Siete elefantes se balanceaban en el extremo de un alambre . . .
Ocho elefantes se balanceaban en el extremo de un alambre . . .
Nueve elefantes se balanceaban en el extremo de un alambre . . .
Diez elefantes se balanceaban en el extremo de un alambre . . .

 

Publicación de Manuel Caraballo Callero: Generar diferencial de inflación para ser competitivos


No tiene desperdicio y estoy totalmente de acuerdo.
No os lo perdais

Hace unos días, Paul Krugman, brillante economista, premio nobel de economía de 2008 y profesor de la Universidad de Princeton, volvió a escribir sobre la necesidad de crear deflación en los países periféricos de la UE para conseguir ser más competitivos en el largo plazo, más concretamente, crear un diferencial inflacionario entre el centro y la periferia de la Eurozona.
No se trata de una idea nueva, ni siquiera de una idea nueva suya, ya que Krugman ha escrito en varias ocasiones sobre la cuestión. Uno de esos artículos fue publicado por El País en Noviembre de 2010: El prisionero español.
Por una parte se trata de ganar competitividad por nuestras empresas y reducir la alta tasa de desempleo, elevar las rentas, el consumo y los ingresos fiscales que coloquen a España en una mejor posición, incluida la reducción de la deuda y poder afrontarla con unos tipos de interés sensiblemente inferiores.
Creo que a estas alturas nadie duda que para poder reducir el desempleo debemos conseguir unas cotas de competitividad mayores. Y esta meta se puede lograr básicamente por dos vías:
1. Inversión en capital físico y humano. Inversiones en tecnologías, en maquinaria moderna, en telecomunicaciones, infraestructura de todo tipo,… ayudan en gran parte a que las empresas sean más competitivas tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. De la misma forma, la inversión en capital humano va orientada en esa dirección. Nadie debe dudar que este procedimiento se realiza a largo, o muy largo plazo. Pero hay varios problemas importantes que obstaculizan en buena medida seguir este camino, al menos en estos momentos: La importante reducción de la facilidad de financiación de nuestras empresas (de hecho, el crédito se estima que bajará al menos hasta el 2014, y partimos de la comparación con fecha de hoy, que ya es sensiblemente inferior a la que teníamos hace 4 años, según información extendida el 29 de septiembre por el Banco de Santander a su red comercial) y, por otro lado, los recortes en educación a todos los niveles, incluida la universitaria, va en el camino opuesto al planteado como solución a una mayor competitividad de nuestra economía.
2. Con estos problemas, nos queda un “truco” que busca un atajo al anterior largo camino y que a priori podríamos parecer la apuesta más segura: crear un diferencial de inflación entre España y Alemania (por extensión, entre los países de la periferia y los centrales de la Eurozona). Es lo que quiero explicar ahora.
En el artículo “el prisionero español”, Krugman ya apuntaba las similitudes entre los problemas de la economía de Estados Unidos y la de España. Ambos han sido objeto de la formación de una importante burbuja inmobiliaria, seguida de un incremento importante de la deuda del sector privado. Ambos entraron en recesión tras el estallido de la burbuja (aclaro con detalle lo que ocurre cuando esto ocurre en “círculo vicioso tras la explosión de la burbuja”), ambos han visto su déficit público incrementarse de forma importante, el desplome de los ingresos fiscales y el aumento del gasto público derivado de la recesión económica (en España se une un sensible incremento de las prestaciones por desempleo).
Pero, aunque ambos países tengan muchas cosas en común en esta crisis económica, hay una que nos diferencia radicalmente: España no puede devaluar su moneda. Es prisionera del euro.
Si España tuviera esa posibilidad, sólo tiene que dejar caer su moneda para empezar a ser más competitiva. Estamos de acuerdo en que es un atajo al problema y una solución a corto, o como mucho medio plazo, ya que la inflación consiguiente reduciría la ventaja ganada con el atajo. En cualquier caso, es el motor de la creación de empleo a corto el que puede generar la puesta en marcha de la regeneración económica. Eso ha ocurrido en otras ocasiones.
Pero como esta solución no es posible, salvo que España salga del euro (cosa no recomendable por múltiples motivos que no puedo desarrollar ahora), queda otra salida que es desarrollar toda una serie de medidas para conseguir que España tenga un diferencial de inflación suficiente para que, año tras año, logre ser más competitiva y reducir de la misma manera su alta tasa de desempleo. Esta es la solución plasmada por Krugman en “Catastrophic Stability” publicado el 25 de septiembre en su columna de The New York Times.
La cuestión es la siguiente: Los gobiernos, de forma coordinada, el BCE y la Comisión, deben establecer medidas que permitan una cierta dosis de inflación, digamos del 4 ó 5%, en la zona central, especialmente Alemania, y que los países de la periferia contengan los incrementos de precios al máximo posible, menos del 1% o rondando el 0% (de ahí el título de este artículo). Krugman estima que harían falta varios años en esta situación para que nuestros costes minoren en un 20% y conseguir la competitividad necesaria para que nuestras empresas incrementen sus ventas, aumente la inversión, se decremente la tasa de desempleo, la Administración Pública vea subir los ingresos fiscales, y volvamos a un círculo virtuoso (del que ya hablé en “círculo vicioso tras la explosión de la burbuja”).
La idea es buena, y diría que casi es lo único que podemos hacer desde el punto de vista de la política económica “no financiera”. Aunque nos encontramos con serios problemas de partida.
Por una parte, los problemas en España:
1. España tiene en estos momentos una inflación del 3,1%
2. Los incrementos salariales siguen estando vinculados a la tasa de inflación, a pesar de las advertencias en contra de esta perniciosa costumbre que hace que nuestra economía sea cada vez menos competitiva y, por tanto, generadora de desempleados. Recomiendo este artículo de Samuel Bentolila, Doctor en Economía por la Massachusetts Institute of Technology y profesor en el Centro de Estudios Monetarios y Financieros y Research Fellow del CEPR y del CESifo.
3. El afán recaudatorio de Hacienda por incapacidad de nuestros políticos de gestionar las administraciones públicas en un escenario recesivo. Tener en cuenta que a mayor presión fiscal, menor renta disponible, menor consumo, menor recaudación impositiva y mayor presión para seguir en un círculo vicioso.
Por otro lado, los problemas de Alemania:
1. Las reticencias a esta propuesta por parte de los países centrales y nórdicos, pero especialmente Alemania. Ésta no quiero oír hablar de dejar relajar el control de su inflación por el recuerdo permanente y traumático de la hiperinflación que padeció el país en los años veinte. Un shock grabado en la mente de los alemanes que hace implanteable esta cuestión. El último dato de la inflación alemana fue del 2,3%, cifra elevada desde su punto de vista y del 3% en la eurozona, lo que frena en gran medida las ansias de los políticos de una rebaja en el precio oficial del dinero y que, en parte, ya habían descontado los mercados financieros. Hecho que hubiera ayudado a reactivar la economía, aunque posiblemente en una pequeña proporción.
2. Los mercados estiman que la inflación para Alemania en los próximos 5 años podría estar estabilizada en torno al 1%. Lo que, según Krugman, sería catastrófico para la zona euro ya que impediría que los países periféricos tuvieran alguna oportunidad de incrementar su competitividad vía diferencial de inflación con la zona central. Y los mercados normalmente aciertan en este tipo de previsiones (se requiere que demasiados agentes se equivoquen al mismo tiempo; no es imposible, pero sí altamente improbable).
Y finalmente un problema global europeo: expresamente hablé de toma de decisiones políticas coordinadas entre los gobiernos europeos, el BCE y la Comisión. ¿Podemos pensar que las instituciones políticas que nos representan y que tienen la obligación de conducir esta situación de crisis podrán llegar un día a un acuerdo de estas características?
Como indica Nouriel Roubini: no tenemos un problema en la eurozona, ni siquiera un problema de deuda pública, ni del euro. En la Unión Europea tenemos un problema de toma de decisiones políticas.
Manuel Caraballo Callero
Economista
Twitter @izadiag

El disparate económico de Rubalcaba


Leo y comparto:

El candidato socialista Alfredo Pérez Rubalcaba acaba de proponer un pacto entre sindicatos y patronal para reducir los salarios y los beneficios, una propuesta que a mí me parece que solo llevaría a que la economía española fuese a peor si se llevase a cabo.

Trataré de explicar lo más breve y sencillamente posible por qué creo que lo que afirma Rubalcaba es simplemente un dislate.

El valor monetario de todo lo que se produce en una economía conforma el llamado Producto Nacional (dejaré ahora de lado el hecho importante de que, al centrarse solo en valores monetarios, no se mide el producto que no tenga expresión monetaria, como el que se genera, por ejemplo, mediante el trabajo doméstico).

Inmediatamente que se genera, ese producto se convierte en renta por su mismo valor.

Esta renta es el total de los pagos que se han debido realizar a los factores que ha sido necesario utilizar para obtener el producto. Los factores que se suelen utilizar para producir los bienes y servicios son los recursos naturales, el trabajo y el capital (el capital físico -maquinarias, instalaciones…- y el capital financiero).

El pago de los recursos naturales se llama en economía renta, el del trabajo sueldos y salarios (que incluyen los que se perciben directamente más las cotizaciones sociales) y el pago por la utilización del capital es el tipo de interés (en los cursos de economía se demuestra fácilmente que la retribución del capital físico tiende a ser igual a la del capital financiero).

Sin embargo, para simplificar podríamos resumir esos diferentes pagos en dos grandes conceptos: los sueldos y salarios (retribución del trabajo en todas sus modalidades) y rentas del capital o beneficios (incluyendo tanto las rentas del capital como las de la tierra o recursos naturales). Y más concretamente, los beneficios así entendidos se denominan excedente de explotación bruto porque es la retribución final que perciben los propietarios del capital en todas sus formas una vez que se ha hecho frente a todos los costes de la producción (que o son sueldos y salarios u otros conceptos que en realidad son también rentas del capital).

Lo que acabo de decir lleva a dos ideas fundamentales y que a veces, como ahora con la propuesta de Rubalcaba, se ocultan para engañar a la gente:

– La primera es que la producción y la distribución de la renta se producen al mismo tiempo. Como he dicho, para producir es necesario retribuir en el mismo momento en que se produce a los propietarios de los factores (a los trabajadores o a los propietarios del capital), así que al producir se está ya repartiendo de una manera u otra el ingreso. Esto es importante porque los políticos que no quieren poner sobre la mesa el problema de la desigualdad suelen decir «primero hay que producir la tarta y luego repartirla, así que dediquémonos ahora a producir que cuando hayamos producido ya repartiremos». Como acabamos de ver, eso puede ser cierto en repostería pero no en economía.

– La segunda idea es que, dado un determinado volumen de producción, si sube la «parte salarial» bajan los beneficios y si baja suben los beneficios. Es verdad que puede ocurrir que una parte de los salarios y de los beneficios vayan al Estado y que éste puede corregir el reparto inicial, pero eso será, si se produce, en segunda instancia (por eso llamamos a esa acción del Estado re-distributiva) y por eso no cambia lo que acabo de decir. Lo que no puede ocurrir, pues, es que suban al mismo tiempo los salarios y los beneficios, o que ambos bajen si se mantiene igual el volumen de producto

Por tanto, si Rubalcaba propone que bajen los salarios y los beneficios solo puede estar proponiendo dos cosas:

a) que baje el producto a generar y, por tanto, el ingreso total, lo cual es una barbaridad en la situación en la que estamos (otra cosa es que debamos obtener nuevos ingresos pero no de las actividades económicas hasta ahora dominantes, pero de este asunto no me puedo ocupar ahora), o

b) que trabajadores y propietarios del capital renuncien a una parte de sus ingresos para dárselos al Estado, lo cual no tiene mucho sentido hoy día y, además, en términos económicos no cambia lo anterior porque, más tarde o más temprano, o van a salarios o van a beneficios.

Pero la propuesta de Rubalcaba resulta aún más delirante, sobre todo, si se tiene en cuenta el papel que tienen los salarios y los beneficios en la economía.

Con independencia de otras consideraciones de equidad o de discurso alternativo, en economías como las actuales, ambos son fundamentales.

Los salarios lo son no solo porque constituyen el único ingreso y, por tanto, la única fuente de satisfacción de necesidades de los trabajadores, sino también porque es fundamentalmente con los salarios con lo que se puede comprar la producción que realizan las empresas. Imaginen por un momento el sueño de los empresarios torpes -salarios muy, muy reducidos-: ¡no podrían vender sus productos!

Eso fue lo que el célebre Henry Ford contestaba a sus colegas cuando le reprochaban que hubiese aumentado el sueldo de sus trabajadores: «todos los capitalistas del mundo juntos -decía- somos insuficientes para comprar todo lo que producimos. han de comprarlo nuestros trabajadores».

Es verdad que ocurre, como señaló el economista polaco Michael Kalecki, que los empresarios a veces prefieren tener menos beneficios imponiendo desempleo y, por tanto, bajos salarios, porque así tienen más poder político. Por eso es importante entender que cuando la gran patronal reclama recortes salariales no está buscando que la economía funcione mejor sino tener más poder.

Por otro lado, los beneficios también son fundamentales en las economías capitales en las que se encuentra Rubalcaba y todos nosotros porque sin ellos no habría empresarios (grandes o pequeños) ni ahorradores que arriesgaran su capital (físico o financiero). Y, por tanto, sin beneficios no habría producción (me refiero, como he dicho, a lo que pasa hoy día en nuestras economías, no a lo que pudiera ocurrir si el sistema económico fuese otro, como yo desearía, por cierto, pero eso es otro asunto que no puedo desarrollar aquí).

Pues bien, es fácil comprobar entonces que la propuesta de Rubalcaba es un dislate porque lo que viene a proponer es que disminuyan los dos motores de los que hoy día depende el funcionamiento de la economía: si la llevara a cabo bajaría la demanda y con ello la producción y aún más los beneficios, y al bajar los beneficios bajarían el empleo, los ingresos, la producción… en un círculo vicioso fatídico.

¿Quiere eso decir qua hay que dejar las cosas tal y como están?

De ninguna manera. Vicenç Navarro, Alberto Garzón y yo hacemos otra propuesta diferente en un libro titulado HAY ALTERNATIVAS que saldrá publicado a mediados de octubre.

Nosotros creemos que los gravísimos problemas que la economía mundial y la española en particular padecen hoy día tienen su origen en una distribución de la renta que se manifiesta en tres dimensiones principales: bajos salarios, bajos beneficios de la actividad empresarial productiva que crea empleo y elevadísimos beneficios de la actividad financiera, de la especulativa y de las grandes empresas con poder de mercado que en lugar de crear riqueza y empleo los destruyen.

En los últimos años la participación de los salarios en el total de la renta ha bajado mucho. Eso es justamente lo que ha provocado que la producción de bienes y servicios sea insuficiente y que, al mismo tiempo, haya tanto desempleo y en aumento, y tanta gente en el mundo que no puede satisfacer sus necesidades básicas.

La caída de la participación de los salarios en la renta nacional en España ha sido de unos diez puntos en la última década a pesar de que ahora hay unos cinco millones más de trabajadores ocupados, y de unos 13 puntos desde 1976.

Por otro lado, y tal y como he dicho antes, eso ha tenido un efecto paralelo: el incremento de los beneficios o del excedente bruto.

Pero el problema que ha ocurrido es que la gran parte de ese beneficio no se ha dirigido a la extensión de la producción de los bienes y servicios que satisface las necesidades sociales porque los salarios bajos generan insuficiente demanda y eso ha impedido obtener en la actividad productiva la misma rentabilidad que proporciona la inversión financiera (que, a su vez, se ha privilegiado gracias al poder político de la banca que es la que anima este proceso). Y es por eso que podemos afirmar que los salarios escasos han provocado una deriva de los capitales hacia la inversión financiera y especulativa que ha terminado por generar la crisis en la que estamos.

Nuestra opinión es que efectivamente es imprescindible un Pacto de rentas en España pero no para empobrecer a todos, como ocurriría si se aplica la idea de Rubalcaba, sino para crear más actividad del tipo de realmente necesita la sociedad española.

Concretamente, proponemos que se acuerde que los salarios recuperen en un periodo razonable de cinco a siete años, su nivel de participación en la renta nacional más alto de la época democrática y que se adopten medidas para que eso no se traduzca en menos beneficios para las empresas que creen empleo dedicándose a desarrollar un nuevo modelo productivo más sostenible y eficiente. Lo cual se puede conseguir mediante acuerdos de incremento de la productividad.

Lógicamente, eso ha de llevar consigo medidas que recorten las rentas financieras y que penalicen el uso especulativo y financiarizado del ahorro y, al mismo tiempo, otro aspecto esencial al que no parece que se haya referido Rubalcaba: la dotación del capital social que se necita para que trabajadores y empresarios productivos pueden fomentar la productividad y un nuevo modelo de producción y consumo. Para lo cual es necesario más gasto público y social, al menos el equivalente al que tienen los países de nuestro entorno.

Somos plenamente conscientes de que para que se pueda llevar a cabo una propuesta de esta naturaleza es necesario cambiar más cosas: la correlación política de fuerzas para que los banqueros y grandes empresarios no impongan su lógica especulativo al resto de la sociedad y, por supuesto, al resto de las empresas; la actitud de los sindicatos y de los trabajadores hacia las empresas para que dejen de creer que el enemigo es la empresa o los empresarios cuando en realidad lo es un tipo concreto de empresario que es enemigo de la gran parte de la clase empresarial, de la pequeña y mediana que es la que crea empleo; y también la actitud de los empresarios hacia los sindicatos, hacia la negociación y hacia el sector público; el funcionamiento de las administraciones públicas que ha de ser más ágil y eficaz; y, en general, la actitud de toda la población, que debe desembarazarse de los valores individualistas y pasivos que ha inculcado la política y la cultura neoliberal.

En cualquier caso, podremos matizar y concretar nuestra propuesta más adelante pero lo que quiero ahora poner de relieve es que moderar salarios, como propone Rubalcaba, es una medida que proponen los neoliberales que aumenta el poder político y los beneficios de los grandes propietarios pero que, como estamos viendo en otros países y en el nuestro desde hace años, lo hace a costa de generar menos actividad económica y menos empleo y ambos de peor calidad, lo cual es especialmente nefasto en momentos de recesión como los actuales. Y, al mismo tiempo, que disminuir beneficios sin matizar que los que hay que disminuir son los de la banca, los de las grandes empresas que destruyen empleo y tejido productivo y no los de las pequeñas y medianas que crean empleo, y que limitarse a proponer que disminuyan sin poner en marcha propuestas para que aumente la productividad, para lo cual es preciso que aumente nuestro gasto público, es otra barbaridad. Y que si, para colmo, lo que se propone, como hace el candidato socialista, es hacer ambas cosas a la vez la propuesta se convierte ya simplemente en un dislate.

Un poco largo pero despacio es provechoso.

Saludos

http://juantorreslopez.com/index.php?start=10

¿Es inevitable permanecer en el euro?


¿Es inevitable permanecer en el euro?

El comisario europeo Joaquín Almunia decía hace unos días que ningún país saldrá del euro y que nadie quería hacerlo. Lo afirmaba con la misma seguridad con la que el presidente de la comisión aseguraba casi al mismo tiempo que en  materia económica y de deuda «no hay alternativa».

Quizá se equivoquen.

A nadie le cabe la menor duda de las ventajas que disponer de una unión monetaria en Europa puede traer para todos. Pero son ventajas que solo se pueden disfrutar cuando está bien diseñada y cuando dispone de los necesarios mecanismos compensatorios para evitar que las diferencias que inevitablemente suele haber entre los países o territorios que la compongan se conviertan en una amenaza para la propia unión y en una fuente de desigualdades sociales y personales, de desequilibrios territoriales, de conflictos económicos y, en suma, de empobrecimiento para algunos de ellos.

Desgraciadamente, tal y como multitud de economistas distinguidos y de diferentes posiciones ideológicas advirtieron en su día, la unión monetaria europea se diseñó desde el principio no para que diera frutos en el terreno de la cohesión y el desarrollo armónico de las economías y de los pueblos europeos sino para que las grandes empresas y los grupos financieros dispusieran de un espacio en donde obtener rendimientos más abundantes y con menos dificultades.

Con una situación de partida entre sus componentes muy desigual, la renuncia a disponer de mecanismos equilibradores (coordinación macroeconómica efectiva, hacienda integrada, presupuestos suficientes, supervisión financiera centralizada, potentes políticas redistributivas que hubieran impedido el aumento de la desigualdad interregional que se ha producido…) llevaría inevitablemente a generar una actividad económica cada vez más polarizada en torno a los grandes centros de gravedad, a destruir constantemente tejido productivo en las periferias y a incrementar la vulnerabilidad de los territorios más débiles ante los impactos que la coyuntura económica siempre depara con mayor o menor intensidad. Y cuando estos últimos han sido especialmente fuertes, como los que ha producido la crisis financiera, todo ello se ha manifestado con toda su crudeza: cuando sufren o se deterioran en exceso los espacios más débiles el mal se traspasa también al conjunto de la economía europea.

En lugar de optar por una estrategia auténticamente comunitaria, por una integración verdadera y mutuamente satisfactoria, es decir, en lugar de concebir al euro como un instrumento para el desarrollo integral de la economía europea, multipolar y no concentrado, creador de sinergias y no fragmentador del tejido productivo; en lugar de utilizarlo para hacer de la economía europea un espacio compensado en donde la agricultura, la industria y los servicios, la actividad empresarial y los centros de poder, se desarrollaran de modo armonioso en todo su conjunto, desde el primer momento se optó por someter a toda la economía europea a los intereses y directrices del gran capital europeo encabezado por el alemán. Su enorme poder y la sumisión de los gobiernos que se iban sumando a la unión, facilitaron un proceso que ha culminado con una «alemanización» del euro que puede terminar por destruirlo.

La enorme pujanza de la economía alemana requiere una demanda constante e igualmente potente. Para que esa demanda procediese de su interior se requeriría una distribución de la renta muy favorable a los salarios y un elevado gasto público, porque estos son los que pueden garantizar una potente demanda interna. Pero cuando el capital renuncia a ceder renta no cabe sino recurrir a la demanda externa, dirigiendo la producción hacia las exportaciones como motor del crecimiento.

Hace años, la ventaja tecnológica de la que gozaba Alemania hacía que esa fuese una salida natural de su economía, y que, por ello, no implicase un deterioro paralelo de los salarios. Pero cuando la globalización y la mayor integración europea tienden a homogeneizar las condiciones salariales y la norma tecnológica, para mantener la demanda externa es necesario una estrategia más combativa en el exterior, que es la que se ha manifestado en la gestación de la unión europea y, particularmente, del euro, basada en una auténtica «conquista» alemana de los mercados europeos.

Alemania ha impuesto la estrategia que permite que el euro sea el instrumento que garantiza la demanda exterior que necesita y eso lo ha logrado liquidando literalmente el tejido productivo de los demás países y especialmente de los periféricos, imponiéndoles políticas de austeridad que les han impedido generar ingresos endógenos para generar la suficiente acumulación de capital y obligándole a financiar  entonces su crecimiento económico mediante los créditos provenientes del enorme superávit que lógicamente produce una pauta distributiva nacida de esta estrategia.

Alemania se ha quedado, o ha destruido, el tejido económico europeo y puede mantener su crecimiento gracias a la demanda de los demás países. Y como eso lógicamente merma la capacidad de generar los ingresos suficientes en estos últimos, pone a su disposición un gigantesco flujo de financiación nacido de la acumulación tan extraordinaria de rentas del capital que se obtiene en su economía, para que así puedan pagar el déficit en el que incurren constantemente.

La operación puede realizarse aparentemente sin demasiados problemas porque se produce en el marco del euro, como si fuesen déficit o superávit registrados dentro de un mismo país: cuando muchos advertimos que el déficit exterior español es insostenible porque muestra que nuestra capacidad de generar ingresos endógenos disminuye peligrosamente los defensores del status quo nos dicen que eso no es problema porque el déficit español respecto a Alemania es tan problemático como el que Cuenca pudiera tener con Zaragoza.

Es un argumento falaz. Las consecuencias de estos déficits constantes y en aumento que produce la estrategia que domina el euro sí son un gravísimo problema económico y social (aunque no lo sean desde el punto de vista contable) porque provocan, al menos o principalmente,  tres problemas que antes o después pueden hacer que todo salte por los aires en Europa:

– El primero es que genera una deuda privada en aumento que es insostenible desde cualquier punto de vista que se contemple. Algo que nunca ha preocupado a las autoridades porque a la banca le interesa que crezca cuanto más mejor. Por eso la han dejado crecer, y lo seguirán haciendo aunque lleve al saqueo de los pueblos porque cuanto más alta sea mayor será, como estamos viendo, la capacidad de extorsión a los poderes representativos y la esclavitud que imponen a los ciudadanos.

– El segundo es que en una situación de deterioro de la capacidad productiva y de los ingresos por las razones que he apuntado, es preciso imponer el grillete de la austeridad, so pena de imponer a las rentas del capital un régimen impositivo al que de ninguna manera están dispuestas a someterse. Estas políticas también merman los ingresos, disminuyen la actividad y coadyuvan a incrementar el endeudamiento que, como acabo de decir, es el negocio de los bancos. Con tal de dar salida rentable a sus excedentes el capital alemán condena así al resto de Europa a la atonía y ella misma se cava su tumba, o se obliga a involucrarse en estrategias de conquista de mercados que desvirtúan (como ha pasado con la última ampliación de la UE) el espacio del euro. En concreto, esta estrategia es la responsable del continuado deterioro de las condiciones de trabajo y del aumento del paro.

– El tercero es que puesto que sería impensable que el flujo de crédito que viene de los bancos alemanes (en realidad también de otros franceses pero como en una estrategia de seguimiento de los primeros) se dirigiera a financiar la actividad económica, industrial o de servicios, que compitiera con la exportadora alemana (es decir, que Alemania se hiciera la competencia a sí misma), su destino termina siendo o la financiación del consumo (en contra de la cínica defensa de la austeridad que se proclama) o la de burbujas como la inmobiliaria que proporcionan altos rendimientos pero no solidez a la estructura productiva sino todo lo contrario, una gran volatilidad.

En el periodo 2000-2007 la renta nacional alemana aumentó en unos 300.000 millones de euros, de los cuales el 72% fue a rentas del capital. Y en ese mismo periodo más de 270.000 millones de euros de media al año salieron de Alemania para financiar negocios en otros lugares de Europa, pero lo hicieron dirigiéndose a destinos puramente especulativos, a inflar, como he dicho, burbujas inmobiliarias y a promover la evasión y la inversión improductiva. La consecuencia es que ahora los bancos alemanes están al borde del abismo y para tratar de recuperar el capital que prestaron fuera en lugar de invertirlo en su país, ponen en peligro la recuperación del resto de las economías e imponen un saqueo criminal a las naciones de las que han obtenido en estos últimos años beneficios incalculables.

A nadie se le escapa que salirse del euro es una opción de costes extraordinarios que llevaría al país que lo hiciera a sufrir agresiones sin precedentes en Europa y a vivir algunos años de caos financiero y de empobrecimiento. Nada más cierto. Pero ¿acaso está propiciando otra cosa mejor un euro al servicio exclusivo del capital financiero y de las grandes empresas? ¿Acaso le ha dado seguridad y bienestar a Grecia a Portugal o a Irlanda? ¿Acaso no hizo España los deberes del euro y no puso sin rechistar en manos del capital alemán y europeo sus mejores empresas y centros de producción? ¿Acaso el euro nos está protegiendo de la extorsión y de los ataques especulativos? ¿no alentó el euro, en beneficio de la banca europea, el endeudamiento privado imponiendo los recortes salariales en lugar de la estabilidad financiera?

El euro, y las políticas que se vienen imponiendo para sostenerlo en la función servil que viene desempeñando, es hoy día la fuente del desastre en que vive Europa y lo que impone un saqueo criminal a los pueblos al que hay que enfrentarse por dignidad y sentido de supervivencia. El euro y la incompetencia con que los dirigentes europeos están gestionando la crisis para salvar los intereses del gran capital no da ya ningún tipo de seguridad ni puede proporcionar bienestar sino la ruina generalizada de los trabajadores, de las clases pasivas y de las pequeñas y medianas empresas. Es un expolio que hará que una Europa se levante contra otra. Dentro del euro tal y como está constituido y en el marco de las políticas que implica es imposible que países como España (y por supuesto Irlanda, Portugal o Grecia, y posiblemente también otros como Italia o incluso Francia) tengan salidas que no impliquen más sufrimientos, más sobresaltos y peores resultados macroeconómicos y sociales. No es posible.

Si no hay un giro urgente en la política europea, si no se impone la cooperación, la armonía y el reparto equitativo de la riqueza, si no se admite que quien debe gobernar Europa es el pueblo mediante sus representantes y no los grupos de presión y los poderes financieros, tenemos la obligación de salir a la calle también a reclamar que nos salgamos del infierno, como ahora el de Grecia, que quieren imponernos a todos.

http://www.juantorreslopez.com/impertinencias/137/2440-ies-inevitable-permanecer-en-el-euro

La bancarización de las cajas de ahorros es un robo al Estado y al pueblo


Ya han empezado a salir a cotización en bolsa las primeras cajas de ahorros «bancarizadas» según el proceso establecido por el gobierno en la Ley de Cajas y en el decreto posterior de reforzamiento del sistema financiero.

De esta manera se está cerrando otro hito en la historia de los robos al Estado en nuestro país perpetrado por quienes teóricamente están a su servicio. Y lo están haciendo de la única manera en que lo puede hacer, saltándose a la torera las preferencias sociales, sin consultar con la población y entregándose sin más a los intereses privados. Hasta alguien tan poco sospechoso de radicalismo como el presidente de la confederación de cajas de ahorros de España, Alfonso Quintás, reconocía en diciembre de 2009 que los intentos de privatizarlas se estaban llevando a cabo de modo «repudiable desde el punto de vista democrático», al margen del Parlamento (El País, 6-12-2009).

Me parece que la bancariación de las cajas es un auténtico robo al Estado y al pueblo por varias razones.

Para facilitar la entrada de capital privado, que lógicamente será el de los financieros más ricos y poderosos de dentro y fuera de España y no el de la gente normal y corriente, se han llevado a cabo expedientes de regulación de empleo claramente fraudulentos que van a representar una pérdida de empleo cifrada por lo bajo en más de 15.000 empleos y por lo alto en unos 30.000.

Esa pérdida de empleo puede suponer al Estado un coste de 100.000 euros por puesto de trabajo, la mitad por tener que sufragar las cotizaciones durante el tiempo de desempleo y la otra mitad por la pérdida de ingresos fiscales que se va a producir.

Solo en Caja Madrid se van a destruir 4.000 empleos, el 15% de la plantilla, sin más razón que hacer el nuevo banco más rentable para sus nuevos propietarios.

Las cajas han consumido además cuantiosos recursos públicos en los últimos meses, y los seguirán recibiendo en el futuro, que ahora simplemente van a servir para que el capital privado obtenga altos rendimientos.

Con la excusa de la mala gestión de los políticos ahora se ponen las cajas en manos de los especuladores y del capital privado, algo realmente contradictorio porque las cajas no se han comportado peor que los bancos en la crisis (de hecho su «crisis» no ha costado sino una parte minúscula de la de los bancos privados si se computa la de los años 90), mantienen más empleo que estos últimos (representan el 50% del mercado y ocupan a un 20% más de trabajadores), y realizan inversiones sociales mucho en mucha mayor medida que los bancos privados.

De hecho, lo cierto es que, quitando a las que han sido intervenidas, que no son las más grandes y una de ellas (Cajasur) por razones derivadas al comportamiento corrupto de la jerarquía católica, siguen dando beneficios. Y si algo han hecho mal las cajas en los últimos años ha sido precisamente que se hayan limitado a copiar el modo de funcionamiento y la lógica de los bancos privados. Si se hubieran comportado como lo que deben ser, como entidades financieras al servicio de intereses sociales, no se hubieran encontrado en la situación actual que, como digo, ni siquiera es peor que la de los bancos. Todo el mundo sabe que quien ha provocado la crisis ha sido la banca privada y no la pública de modo que privatizar ahora el escaso sector financiero de carácter semi público que queda es avanzar justamente en la dirección contraria a la razonable para evitar nuevas crisis en el futuro.

Con la bancarización progresiva de las cajas no solo se pone en manos del capital privado a bajo precio el capital y el patrimonio social acumulado durante años sino que además se terminará pronto con su labor social que, aunque sea un simple paliativo, al menos ha podido mantener líneas de ayuda al tercer sector que han sido fundamentales en la lucha contra la exclusión social.

Y no habrá que esperar mucho para ello: incluso antes de convertirse en bancos son muchas las cajas de ahorros que ya han reducido el presupuesto de la Obra Social, o que han cerrado centros de atención a mayores, educativos y de servicios sociales de todo tipo.

La bancarización también conlleva el desarraigo de las cajas respecto de los territorios en los que operaban, algo que ha sido fundamental en los últimos decenios para garantizar, incluso a pesar de su negativo comportamiento reciente, que se mantuvieran inversiones más pegadas al terreno y a los intereses de sus clientes.

La bancarización se ha querido justificar en los altos sueldos de los directivos de las cajas y en la excesiva politización pero lo que ocurre al convertirse en bancos es que éstos se han asignado sueldos mucho más elevados.

Los 10,5 millones de euros que puede ganar Rodrigo Rato y otros directivos en Bankia son buena prueba de que se está produciendo un auténtico y vergonzoso expolio y algo que no solo debiera merecer el reproche moral de la ciudadanía sino la condena penal de esos directivos si en España hubiera leyes decentes que impidieran que los más poderosos se lucren aún más todavía con el dinero de la gente.

Y, por si hubiera que poner alguna guinda al robo y despilfarro de recursos públicos que supone la bancarización de las cajas, resulta que de esta manera no se está garantizando que aumente la financiación de la economía. Al revés, al concentrar aún más la propiedad financiera y al someter aún en mayor medida al antiguo sector de las cajas a la lógica de la banca privada, que evidentemente es más restrictiva puesto que exige más rentabilidad, lo que se producirá será un mayor racionamiento del crédito y una mayor deriva aún de recursos hacia las actividades especulativas que provocan crisis y pérdida de empleo y de riqueza productiva.

Por eso, la bancarización también pone de relieve el servilismo y la torpeza de la patronal española y su auténtica desconexión con las empresas que de verdad crean empleo porque éstas saldrán claramente perjudicadas por la conversión en bancos de las cajas a reducirse así la competencia en el sector financiero y reducirse las posibilidades de obtener financiación más abundante y a menor coste.

Todo esto no ha sido fruto de la casualidad ni de la improvisación. El robo al Estado y al pueblo ha sido estratégicamente calculado y bien pensado. La pinza entre el Partido Popular y el PSOE (aunque no solo esa, pues lamentablemente incluso los representantes de Izquierda Unida en Caja Madrid han apoyado su privatización) ha forjado una clase política cómplice de los intereses financieros más poderosos y ha actuado a su servicio extendiendo la alfombra por la que van a entrar limpiamente para a hacerse con el patrimonio y el capital acumulado durante años por cientos de miles de pequeños y medianos ahorradores.

La ciudadanía debe reaccionar ante este nuevo expolio y hacer que paguen sus responsables. Hay que exigir que se cree una comisión que investigue el coste real de esta operación y sus beneficiarios, que se paralicen inmediatamente las privatizaciones de las cajas y el uso de los fondos públicos que han recibido para salir de la crisis en beneficio del capital privado. Hay que reclamar su nacionalización para crear un nuevo tipo de banca pública, ética, transparente, comprometida con la financiación a las empresas y la creación de riqueza. Y hay que obligar a los directivos que se han auto concedido premios, sueldos y bonus millonarios a que devuelvan ese dinero a las cajas.

Los ciudadanos tenemos poder suficiente para paralizar estos procesos de privatización de las cajas. Nosotros somos los dueños de sus recursos así que podemos expresar nuestro rechazo recurriendo a de muchas formas de sabotaje pacífico: sacando los depósitos, haciendo manifestaciones de protesta antes las sucursales, por ejemplo, acudiendo días determinados sencillamente a pedir información sobre los nuevos propietarios de las cajas o sobre el destino de los ahorros, a preguntar si las cajas utilizan tienen fondos en paraísos fiscales o si realizan inversiones en armas o en negocios especulativos. Y también reclamando una ley de responsabilidad financiera que ponga a los banqueros en su sitio, que les impida que actúen por encima de las instituciones representativas y, en suma, que ponga las finanzas al servicio de las personas.

El movimiento 15-M tiene en este aspecto una tarea fundamental porque el robo que lleva consigo la privatización de las cajas no es solo un problema financiero. Se ha podido producir porque nuestra democracia falla, porque no es verdadera, y por eso impedir que se produzca sería un paso decisivo para avanzar hacia la democracia real a la que aspiramos.

La bancarización de las cajas de ahorros es un robo al Estado y al pueblo

Jugando al casino global


Parece  intolerable  que  las  mismas instituciones  que  provocaron  la  crisis hayan traspasado el coste de la recuperación a toda la sociedad: a las ciudadanas y ciudadanos de a pie, a las clases
populares que son las que más la padecen.  Las  ayudas  que  han  recibido  del herario público para salir de “su” crisis (ayudas que devolverán cuando les convenga a un tipo de interés del 1%), provienen de la sociedad en su conjunto y generan déficits públicos que hay que financiar emitiendo deuda a un tipo de interés más elevado (4%). Y encima, algunos  grupos  financieros  desvían  las ayudas que recibieron con el fin de que pudieran  abrir  líneas  de  crédito  a  las PYMES, y se sirven de ella para adquirir esos títulos de deuda y obtener unos beneficios basados en el diferencial de intereses.

Y aún, este comportamiento de oportunismo financiero resulta una insignificancia comparado con las amenazas y agresiones  socioeconómicas  que  invaden el horizonte social desde comienzos de 2010.

http://www.fespinal.com/espinal/llib/es173.pdf

Y SIN EMBARGO…


Con el pretexto de la posible insolvencia del estado en Grecia, el contagio a Portugal, Irlanda y España (los PIGS), se ha producido un giro de 180 grados en las políticas de aire keynesiano que se aplicaban para salir de la crisis.  La  prioridad  ya  no  parece  ser  la recuperación de la economía en su conjunto, sino la supresión de los déficits públicos con el fin de asegurar al sistema financiero el cobro de los préstamos hechos a las empresas y a los estados de cada  uno  de  los  países  de  la  Unión Europea, unos préstamos que fueron hechos para afrontar la crisis que el mismo sistema financiero había provocado.
Todo en nombre de los mercados y ante la amenaza de los mercados.

¡Atención! Referirse a las imposiciones anteriores como el “dictado de los mercados” es una fórmula de enmascarar la realidad. Pues los mercados no representan unas leyes de funcionamiento ineludibles, una especie de ley de gravitación universal de la economía. Los mercados tienen nombres y apellidos, denominación social, en todo caso. Se les pudo ver, por ejemplo a finales de septiembre de 2010 en la primera página de la mayoría de los diarios nacionales que hacían referencia a la reunión en Nueva York, en Wall Street, a la que acudió el presidente Rodríguez Zapatero para asegurar a los mercados que el Estado español aceptaba e iba a cumplir sus imposiciones.

Por tanto, en el horizonte se nubla incluso la democracia. Y, como puede apreciarse, no existen garantías de que estas propuestas comporten avances para la mayoría de la población a pesar de lo que se viene anunciando por los medios de comunicación oficiales o extraoficiales. . .
. . .   «Los  mercados  desconfían  de  la solvencia de países enteros, España, Grecia, Irlanda, Portugal…». Con lo cual intervienen en el país, imponen políticas  económicas  perjudiciales
para la población y beneficiosas para los mercados, para los mercaderes  que  son  los  que  provocaron  la crisis y los déficits…
En  resumen,  «diguem  no»  y  analicemos estas propuestas desde criterios transformadores en beneficio de la mayoría. . .

. . .La reforma estructural del mercado de trabajo no es un añadido cualquiera a la exigencia de recorte del Estado de Bienestar. Esa reforma estructural pretende liquidar las formas de defensa de los trabajadores –la negociación colectiva, las asociaciones obreras, los sindicatos–  para  abaratar  drásticamente  los costes laborales y así recuperar las tasas de ganancia y alimentar por este medio lo que hemos denominado fundamentos de  la  liquidez  en  el  casino  financiero global.  Así  se  cierra  el  círculo  de  los mercados, comenzaron provocando una crisis global del sistema y tratan de resolverla garantizando e incrementando su tasa de beneficios.

http://www.fespinal.com/espinal/llib/es173.pdf

 

 

Alissa Zinovievna Rosenbaum más conocida como Ayn Rand


«Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada.»
Ayn Rand (1950)
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Gracias «J»
 

CONCLUSIÓN,- DEBATIR LA POLÍTICA ECONÓMICA, TRAZAR CAMINOS PARA REFUNDAR LA UNIÓN EUROPEA


Desde hace tres décadas Europa se ha construido sobre una base tecnocrática que excluye a las poblaciones del debate de política económica. Se debe abandonar la doctrina neoliberal que descansa sobre la hipótesis hoy indefendible de la eficiencia de los mercados financieros. Hay que volver a abrir el espacio de las políticas posibles y debatir propuestas alternativas y coherentes que limiten el poder de las finanzas y organicen la armonización en el progreso de los sistemas económicos y sociales europeos. Esto supone la mutualización de importantes recursos presupuestarios, obtenidos por medio del desarrollo de una fiscalidad europea fuertemente redistributiva. También hay que liberar a los mercados del cerco de los mercados financieros. Solamente así el proyecto de construcción europea podrá esperar recuperar una legitimidad popular y democrática de la que hoy carece.

Evidentemente, no es realista esperar que 27 países decidan al mismo tiempo operar semejante ruptura en el método y los objetivos de la construcción europea. La Comunidad Económica Europea comenzó con seis países: también la refundación de la Unión Europea pasará al principio por un acuerdo entre algunos países deseosos de explorar unas vías alternativas. A medida que se hagan evidentes las consecuencias desastrosas de las políticas adoptadas hoy, aumentará por toda Europa el debate sobre las alternativas. Luchas sociales y cambios políticos intervendrán a ritmo diferente según los países. Unos gobiernos nacionales tomarán decisiones innovadoras. Quienes lo deseen deberán adoptar unas cooperaciones reforzadas para adoptar medidas audaces en materia de regulación financiera, de política fiscal o social. Por medio de unas propuestas concretas tenderán la mano a los demás pueblos para que se unan al movimiento.

Por ello nos parece importante esbozar y debatir ahora las grandes líneas de políticas económicas alternativas que harán posible esta refundación de la construcción europea