Recomenzar


Hoy es catorce de diciembre. Un buen día para continuar escribiendo, lo comenzado hace 39 años.

Y sin más copio y pego una entrada que he leído y me ha traído recuerdos «laborales»:

. . . / . . .

SIEMPRE SE HIZO ASÍ.

Ayer escribí que si pagas con cacahuetes, tendrás monos en  tu empresa, y tus proveedores serán primates y, probablemente, será una orangutana la que se enamore de ti.
Porque cuando se habla de cacahuetes se refiere a un estilo de vida.
¿Y qué hacen los micos?
Fue un experimento bien curioso. Se metieron cinco monos en una habitación. En el centro pusieron una escalera, y en lo alto, unos plátanos.
Cuando uno de los monos ascendía por la escalera para acceder a los plátanos, los científicos rociaban al resto de monos con un manguerazo de agua fría. Al cabo de un tiempo, los monos asociaron la conexión entre el uso de la escalera y el chorro de agua fría, de modo que cuando uno de ellos se aventuraba a ascender un busca de un plátano, el resto de monos se lo impedían liándose a mamporrazos contra él y con gritos de una agresividad extrema.
Al final, e incluso pasando hambre, ningún mono se atrevía a subir por la escalera.
En ese momento, los científicos dieron una vuelta más al experimento: extrajeron uno de los cinco monos iniciales e introdujeron uno nuevo en la habitación.
El mono nuevo al ver los plátanos, naturalmente, trepó por la escalera para comérselos. En cuanto los demás observaron sus intenciones, se abalanzaron sobre él y lo bajaron a golpes y alaridos salvajes antes de que el chorro de agua fría hiciera su aparición.
Después de repetirse la experiencia varias veces, al final el nuevo mono comprendió que era mejor para su integridad renunciar a ascender por la escalera.
Dieron un paso más adelante en el experimento: sustituyeron otra vez a uno de los monos del grupo inicial. El primer mono sustituido participó con especial interés en las palizas al nuevo mono trepador. No tenía idea de por qué le atizaba, pero allí estaba con el resto dando unas usties como panes.
Posteriormente se repitió el proceso con el tercer, cuarto y quinto mono, hasta que llegó un momento en que todos los monos del experimento inicial habían sido sustituidos.
En ese momento, los científicos se encontraron con algo sorprendente. Ninguno de los monos que había en la habitación había recibido nunca el chorro de agua fría. Sin embargo, ninguno se atrevía a trepar para hacerse con los plátanos.
Si preguntásemos a los macacos por qué no subían para alcanzar el alimento, probablemente la respuesta hubiera sido esta : “No lo sé. Esto siempre ha sido así”.
Ya lo dijo Einstein “triste época la nuestra. Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.
Es muy probable que muchos de nuestros porqués de las cosas, de lo que ya está establecido, de nuestras propias creencias y valores, necesiten algún desafío por nuestra parte, algún cuestionamiento.
Es muy probable que tengamos la escalera y los plátanos delante nuestro y que no subamos porque “siempre se hizo así”.
. . . / . . .
Y como es de justicia, cito la fuente:  Enlace
Buenas noches.

La gran regresión por Ignacio Ramonet


Lo que está acordando la UE es el golpe definitivo  de la ideología neoliberal. En la misma línea de La Energía Liberada, Ignacio Ramonet explica en el editorial de Le Monde Diplomatique las líneas básicas de lo que nos está ocurriendo… ante la indiferencia o miedo general. Por eso, las preguntas con las que Ramonet acaba el texto son claves:

“Está claro que no existe, en el seno de la Unión Europea (UE), ninguna voluntad política de plantarle cara a los mercados y resolver la crisis. Hasta ahora se había atribuido la lamentable actuación de los dirigentes europeos a su desmesurada incompetencia. Pero esta explicación (justa) no basta, sobre todo después de los recientes “golpes de Estado financieros” que han puesto fin, en Grecia y en Italia, a cierta concepción de la democracia. Es obvio que no se trata sólo de mediocridad y de incompetencia, sino de complicidad activa con los mercados.

¿A qué llamamos “mercados”? A ese conjunto de bancos de inversión, compañías de seguros, fondos de pensión y fondos especulativos (hedge funds) que compran y venden esencialmente cuatro tipos de activos: divisas, acciones, bonos de los Estados y productos derivados.

Para tener una idea de su colosal fuerza basta comparar dos cifras: cada año, la economía real (empresas de bienes y de servicios) crea, en todo el mundo, una riqueza (PIB) estimada en unos 45 billones (1) de euros. Mientras que, en el mismo tiempo, a escala planetaria, en la esfera financiera, los “mercados” mueven capitales por un valor de 3.450 billones de euros. O sea, setenta y cinco veces lo que produce la economía real…

Consecuencia: ninguna economía nacional, por poderosa que sea (Italia es la octava economía mundial), puede resistir los asaltos de los mercados cuando éstos deciden atacarla de forma coordinada, como lo están haciendo desde hace más de un año contra los países europeos despectivamente calificados de PIIGS (cerdos, en inglés): Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España.

Lo peor es que, contrariamente a lo que podría pensarse, esos “mercados” no son únicamente fuerzas exóticas venidas de algún horizonte lejano a agredir nuestras gentiles economías locales. No. En su mayoría, los “atacantes” son nuestros propios bancos europeos (esos mismos que, con nuestro dinero, los Estados de la UE salvaron en 2008). Para decirlo de otra manera, no son sólo fondos estadounidenses, chinos, japoneses o árabes los que están atacando masivamente a algunos países de la zona euro.

Se trata, esencialmente, de una agresión desde dentro, venida del interior. Dirigida por los propios bancos europeos, las compañías europeas de seguros, los fondos especulativos europeos, los fondos europeos de pensiones, los establecimientos financieros europeos que administran los ahorros de los europeos. Ellos son quienes poseen la parte principal de la deuda soberana europea (2). Y quienes, para defender –en teoría– los intereses de sus clientes, especulan y hacen aumentar los tipos de interés que pagan los Estados por endeudarse, hasta llevar a varios de éstos (Irlanda, Portugal, Grecia) al borde de la quiebra. Con el consiguiente castigo para los ciudadanos que deben soportar las medidas de austeridad y los brutales ajustes decididos por los gobiernos europeos para calmar a los “mercados” buitres, o sea a sus propios bancos…

Estos establecimientos, por lo demás, consiguen fácilmente dinero del Banco Central Europeo al 1,25% de interés, y se lo prestan a países como, por ejemplo, España o Italia, al 6,5%… De ahí la importancia desmesurada y escandalosa de las tres grandes agencias de calificación (Fitch Ratings, Moody’s y Standard & Poor’s) pues de la nota de confianza que atribuyen a un país (3) depende el tipo de interés que pagará éste por obtener un crédito de los mercados. Cuanto más baja la nota, más alto el tipo de interés.

Estas agencias no sólo suelen equivocarse, en particular en su opinión sobre las subprimes que dieron origen a la crisis actual, sino que, en un contexto como el de hoy, representan un papel execrable y perverso. Como es obvio que todo plan de austeridad, de recortes y ajustes en el seno de la zona euro se traducirá en una caída del índice de crecimiento, las agencias de calificación se basan en ello para degradar la nota del país. Consecuencia: éste deberá dedicar más dinero al pago de su deuda. Dinero que tendrá que obtener recortando aún más sus presupuestos. Con lo cual la actividad económica se reducirá inevitablemente así como las perspectivas de crecimiento. Y entonces, de nuevo, las agencias degradarán su nota…

Este infernal ciclo de “economía de guerra” explica por qué la situación de Grecia se ha ido degradando tan drásticamente a medida que su gobierno multiplicaba los recortes e imponía una férrea austeridad. De nada ha servido el sacrificio de los ciudadanos. La deuda de Grecia ha bajado al nivel de los bonos basura.

De ese modo los mercados han obtenido lo que querían: que sus propios representantes accedan directamente al poder sin tener que someterse a elecciones. Tanto Lucas Papademos, primer ministro de Grecia, como Mario Monti, Presidente del Consejo de Italia, son banqueros. Los dos, de una manera u otra, han trabajado para el banco estadounidense Goldman Sachs, especializado en colocar hombres suyos en los puestos de poder (4). Ambos son asimismo miembros de la Comisión Trilateral.

Estos tecnócratas deberán imponer, cueste lo que cueste socialmente, en el marco de una “democracia limitada”, las medidas (más privatizaciones, más recortes, más sacrificios) que los mercados exigen. Y que algunos dirigentes políticos no se han atrevido a tomar por temor a la impopularidad que ello supone.

La Unión Europea es el último territorio en el mundo en el que la brutalidad del capitalismo es ponderada por políticas de protección social. Eso que llamamos Estado de bienestar. Los mercados ya no lo toleran y lo quieren demoler. Esa es la misión estratégica de los tecnócratas que acceden a las riendas del gobierno merced a una nueva forma de toma de poder: el golpe de Estado financiero. Presentado además como compatible con la democracia…

Es poco probable que los tecnócratas de esta “era post-política” consigan resolver  la crisis (si su solución fuese técnica, ya se habría resuelto). ¿Qué pasará cuando los ciudadanos europeos constaten que sus sacrificios son vanos y que la recesión se prolonga? ¿Qué niveles de violencia alcanzará la protesta? ¿Cómo se mantendrá el orden en la economía, en las mentes y en las calles? ¿Se establecerá una triple alianza entre el poder económico, el poder mediático y el poder militar? ¿Se convertirán las democracias europeas en “democracias autoritarias”?”

(1) Un billón = un millón de millones.

(2) En España, por ejemplo, el 45% de la deuda soberana lo poseen los propios bancos españoles, y los dos tercios del 55% restante, los detentan establecimientos financieros  del resto de la Unión Europea. Lo cual significa que el 77% de la deuda española ha sido adquirida por europeos, y que sólo el 23% restante se halla en manos de establecimientos extranjeros a la UE.

(3) La nota más elevada es AAA, que, a finales de noviembre pasado, sólo poseían en el mundo algunos países: Alemania, Australia, Austria, Canadá, Dinamarca, Francia, Finlandia, Países Bajos, Reino Unido, Suecia y Suiza. La nota de Estados Unidos ha sido degradada, en agosto pasado, a AA+. La de España es actualmente AA-, idéntica a la de Japón y China.

(4) En Estados Unidos, Goldman Sachs ya consiguió colocar, por ejemplo, a Robert Rubin como Secretario del Tesoro del Presidente Clinton, y a Henry Paulson en esa misma función en el gabinete de George W. Bush. El nuevo presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, fue también vicepresidente de Goldman Sachs para Europa de 2002 a 2005.

Rosa María Artal
http://rosamariaartal.com/2011/12/09/la-gran-regresion-por-ignacio-ramonet/?blogsub=confirming#subscribe-blog

 

 

Impuestos vs crecimiento vs empleo


Resumamos:

Menos dinero = Menos consumo.
Menos consumo = Menos compras
Menos compras = Menos ventas
Menos ventas = Menos beneficios
Menos beneficios = Menos recaudación de impuestos
Menos recaudación de impuestos = Menos inversión pública
Menos inversión pública = Menos empleo
Menos empleo = Menos dinero

Y volvemos a empezar como aquello de un elefante se balanceaba en el extremo de un alambre . . .

No hay problema. Subimos los impuestos.
Pero. . .
Más impuestos = Menos dinero
Menos dinero = Menos consumo.
Menos consumo = Menos compras
Menos compras = Menos ventas
Menos ventas = Menos beneficios
Menos beneficios = Menos recaudación de impuestos
Menos recaudación de impuestos = Menos inversión pública
Menos inversión pública = Menos empleo
Menos empleo = Menos dinero

Y volvemos a empezar como aquello de dos elefantes se balanceaban en el extremo de un alambre . . .

A ver, un momento, me he perdido. De que estabamos hablando. del impuesto sobre los carburantes que cada vez se consumen menos, o sobre el impuesto sobre el valor añadido (IVA) que cada vez se compra menos, o el impuesto sobre renta que cada vez se cobra menos,  . . .

Repito me he perdido. Qué es lo que se me escapa.
A ya.
Tres elefantes se balanceaban en el extremo de un alambre . . .
Cuatro elefantes se balanceaban en el extremo de un alambre . . .
Cinco elefantes se balanceaban en el extremo de un alambre . . .
Seis elefantes se balanceaban en el extremo de un alambre . . .
Siete elefantes se balanceaban en el extremo de un alambre . . .
Ocho elefantes se balanceaban en el extremo de un alambre . . .
Nueve elefantes se balanceaban en el extremo de un alambre . . .
Diez elefantes se balanceaban en el extremo de un alambre . . .

 

Líderes éticos o psicópatas


Tenemos  tendencia  a  confundir  los  valores  con  los principios, y estos no son lo mismo. Los valores son cambiantes; por una magnífica motocicleta a los 20 años seríamos capaces de grandes esfuerzos y sacrificios,  pero  puede  ser  que  a  los  60  años,  esta  ya  no posea para nosotros ningún valor y que el valor pase al coche familiar de una conocida marca alemana, que a los 20 años no nos interesaba.
El valor tiene relación con el momento y con el dinero. Una botella de agua vendida en un establecimiento situado al lado de una magnífica fuente, vale poco;  esa  misma  botella  en  mitad  del  desierto  del Sahara, posee un alto valor. O sea, el valor es un atributo de las cosas y normalmente lo medimos en dinero, tiempo o esfuerzo.
Los  principios  son  otra  cosa,  los  principios  son externos a las cosas; muchos de ellos vienen determinados por las leyes naturales, son indiscutibles y evidentes, y sobre todo son impersonales. Los principios son lo que hacen que esa botella sea útil para “dar de beber al sediento” sin que influya el valor de la misma.
Stephan Covey divide el liderazgo en cuatro niveles.
El primero es el nivel personal y ese nivel sólo se basa en principios, hemos de autoliderarnos de forma que nuestros principios no entren en conflicto con nuestras  acciones. 
El  segundo  nivel  es  el  interpersonal, Experimento de Stanley Milgram, Behavioral Study of Obedience, publicado el año 1963 en el Journal of Abnormal and Social Psychology La idea surgió por el juicio y condena a muerte de Eichmann que se realizó en Jerusalén en el año 1960. donde  los  principios  continúan  ejerciendo  de  norma en  nuestra  relación  con  los  demás.  Los  siguientes niveles son el gerencial y el organizacional donde ya
no tienen la misma influencia los principios e inician su escalada de importancia los valores.
Quizás  en  estos  dos  niveles  el  liderazgo  ya  no  se refiera a las personas. El nivel gerencial sería la forma en que supervisamos y gerenciamos, y el nivel organizacional  la  forma  como  se  estructuran  y  manejan las empresas, y, lo que es peor a nivel de liderazgo, donde no hay personas no hay principios: a la gerencia o a la organización no le importa su sufrimiento en el caso de que usted no pueda pagar su hipoteca, a no ser que usted sea el cliente.
Los principios son inherentes a las personas; una organización no tiene principios pero esto es normal que sea así. En el caso de que las personas no tengan principios reciben un calificativo psicopatológico, son psicópatas.
Posiblemente a la pregunta “¿desea usted ser liderado por un psicópata?”, la respuesta unánime sea NO, y esa respuesta continúa siendo NO en el caso de que el preguntado sea un psicópata, ya que a los psicópatas no les gustan los psicópatas. Por tanto, debería ser recomendable no dejarse liderar por personas que claramente anteponen los valores a los principios ya que existe la posibilidad de encontrarnos ante un psicópata (que por cierto no son fáciles de diagnosticar).
Quizás una gran mayoría piense que no es fácil dejarnos influenciar por alguien sin principios y al que no le importa el sufrimiento de los demás, ya que para él son simples objetos para alcanzar los objetivos. Nada más lejos de la realidad: un psicópata vestido con el traje de la  autoridad  es  alguien  con  una  gran  capacidad  de influencia sobre los demás. Como muestra paso a exponer íntegramente el experimento de Milgram.

En el juicio, Eichmann manifestaba su sorpresa por el proceso, alegaba que sólo había obedecido las órdenes. Los psiquiatras que le visitaron testificaron que no sufría ninguna alteración psicopatológica y que era una persona normal en el ámbito psíquico y social.

A Stanley Milgram le llamó la atención que una persona normal, y que además no tenía nada en contra de los judíos, hubiese actuado de esa forma y, aún más, que también lo hicieran muchos miles de soldados nazis que participaron en los crímenes.

En el año 1961 Stanley Milgram inició el experimento en la Universidad de Yale y que llegaría a conmocionar al mundo: “La mayoría de las personas pueden llegar a administrar descargas eléctricas mortales a una víctima, si creen estar obligados a hacerlo”.

Stanley Milgram puso un anuncio en un periódico de New Haven (Connetticut) pidiendo voluntarios para un estudio sobre la memoria y el aprendizaje.
Los participantes fueron 40 hombres de entre 20 y 50 años y con todo tipo de educación, desde acabados de salir de la escuela primaria hasta doctorados. El experimento era el siguiente: el investigador explica a un participante y a un cómplice (el participante cree en todo momento que es otro voluntario, pero es un actor) que van a probar los efectos del castigo en el aprendizaje.
Les  dice  a  ambos  que  el  objetivo  es  comprobar cuánto  castigo  es  necesario  para  aprender  mejor,  y que uno de ellos hará de «alumno” y el otro de “maestro”. Les pide que saquen un papelito de una caja para ver qué papel les tocará desempeñar en el experimento.  El  cómplice  anuncia  que  se  le  ha  adjudicado  el papel de “alumno” y el participante saca el papel de “maestro”,  aunque  en  la  realidad  en  ambos  papeles ponía “maestro”.
En una habitación, se sujeta al «alumno» a una silla, se  le  colocan  unos  electrodos  con  pasta  conductora (para evitar quemaduras) y se le ata. El “alumno” tiene que aprender una lista de palabras emparejadas; después, el «maestro» le irá diciendo palabras y el «alumno» habrá de recordar cuál es la palabra asociada; si falla, el «maestro» le da una descarga eléctrica.
Al principio del estudio, el “maestro” recibe una descarga real de 45 voltios para que vea el dolor que causará  en  el  «alumno».  Después,  le  dicen  que  debe comenzar  a  administrar  descargas  eléctricas  a  su «alumno» cada vez que este cometa un error, aumentando el voltaje de la descarga a cada error. El generador tenía 30 interruptores, marcados desde 15 voltios (descarga suave) hasta 450 (peligro, descarga mortal).
El «alumno» daba sobre todo respuestas erróneas a propósito y cuando se producía un fallo, el “maestro” debía inflingirle una descarga. Cuando el “maestro” se negaba  a  hacerlo  y  se  dirigía  al  investigador,  este siempre daba alguna de las siguientes instrucciones de tipo imperativo:
1. Continúe por favor, continúe.
2. El experimento requiere que usted continúe.
3. Es absolutamente esencial que usted continúe.
4. Usted no tiene otra opción. Debe continuar.

Si después de esta última frase el «maestro» se negaba  a  continuar,  se  paraba  el  experimento;  si  no,  se detenía después de que se hubieran administrado descargas de 450 voltios tres veces seguidas.
Con anterioridad a la realización del experimento, Stanley  Milgram  preguntó  a  sus  colegas  y  a  gente diversa qué pensaban que sucedería. La mayoría de la gente opinaba que, menos algún sádico, nadie aplicaría una descarga  mortal. Sin embargo, en el experimento,  el  65%  de  los  «maestros»  castigaron  a  los «alumnos»  con  el  máximo  de  tres  descargas  de  450 voltios, muchos de los “maestros” se sentían incómodos, pero ninguno de los “maestros” se negó rotundamente a dar menos de 300 voltios. En muchos casos, los “maestros” paraban y cuestionaban el experimento, algunos intentaron devolver el dinero que ya se les había pagado, pero la gran mayoría (65%) continuaron tras las instrucciones del investigador.
A  medida  que  el  nivel  de  descarga  aumentaba,  el «alumno», aleccionado para la representación, empezaba a golpear en el cristal que lo separaba del «maestro» y gemía de dolor, decía que padecía de una enfermedad  cardiaca,  posteriormente  aullaba  de  dolor  y pedía que acabara el experimento, finalmente al llegar a los 270 voltios gritaba de forma agónica.
Al llegar a la descarga de 300 voltios, el «alumno» dejaba de responder a las preguntas y empezaba a convulsionar, pero la no-respuesta se tenía que interpretar como una mala respuesta y se continuaba con las descargas eléctricas, cada vez de un voltaje superior.
Al  alcanzar  los  75  voltios,  muchos  «maestros»  se ponían  nerviosos  ante  las  quejas  de  dolor  de  sus «alumnos» y deseaban parar el experimento, pero la férrea autoridad del investigador les hacía continuar.
Algunos de los “maestros” continuaban el experimento, pero manifestando que ellos no se hacían responsables de las posibles consecuencias. Algunos participantes incluso comenzaban a reír nerviosos al oír los gritos de dolor provenientes de su «alumno».
En  estudios  posteriores  de  seguimiento,  Stanley Milgram demostró que las mujeres eran igual de obedientes  que  los  hombres,  aunque  más  nerviosas.  El estudio  se  reprodujo  en  otros  países  con  similares resultados.  En  Alemania,  el  85%  de  los  “maestros” administró descargas eléctricas, supuestamente letales al “alumno”.
En  1999,  Thomas  Blass,  de  la  Universidad  de Maryland publicó un meta-análisis de los experimentos de este tipo realizados hasta entonces y concluyó que el porcentaje  de  participantes  que  aplicaban  voltajes notables se situaba entre el 61% y el 66%, sin importar el año de realización ni el lugar de la investigación.
¿Qué fue lo que hizo que se comportaran de forma tan  agresiva  los  maestros”  con  sus  “alumnos”?  El sadismo o la maldad no son elementos que justifiquen
el elevado porcentaje (65%); posiblemente los sádicos no lleguen al 0,2% de la población. ¿Qué hizo que el valor  del  experimento  prevaleciese  sobre  los  principios?  Posiblemente  un  sólo  factor  fue  el  desencadenante de la terrible situación: la autoridad, y la sensación y el convencimiento por parte de los “maestros” de que el experimentador sabía lo que hacía y tenía sus razones para hacerlo.
Visto  este  caso  podríamos  decir  que  un  psicópata vestido con el traje de la autoridad es un elemento peligroso y con capacidad para crear una organización psicópata. En los ámbitos gerenciales y organizacionales es normal acciones donde “el fin justifique los medios”, pero dude cuando esto se aplique en el ámbito personal e interpersonal. Aunque crea intensamente en las razones de su superior, tenga en cuenta  que  los  psicópatas  son  generalmente  unos magníficos  seductores  y  usted  y  sus  colaboradores pueden ser sus víctimas.
Usted debe decidir qué hacer con su talento y, en el caso de los líderes, también decidir qué hacer con el talento  de  los  demás.  El  acumulo  de  talento  ha  de tener como meta el bien común (con la inclusión de uno mismo) y no el beneficio personal (con la exclusión de los demás).
Para finalizar, deseo agradecer a Fernández Aguado las  agradables  sesiones  que  mantenemos  dialogando sobre estos temas y que tanto me enriquecen personal y profesionalmente.

 

Todo esto es parte de un estupendo trabajo de Marcos Urarte, Presidente del Grupo Pharos, Consultor Estratégico y Organizacional, que se puede leer en

http://www.pharos.es/pdf/articulos/Lideres-eticos-o-psicopatas.pdf

Gracias

Atentos a la Verdad – Parte IV


Falacias Argumentativas

A sabiendas o no, hay personas que en la vida corriente utilizan argumentos falsos para sostener unas tesis que en realidad son poco sólidas. Se exponen a continuación las falacias más frecuentes, a fin de que sus hijos las sepan detectar y contrarrestar.

1. Generalización inadecuada. La generalización es un razonamiento inductivo muy útil en multitud de ocasiones. Generalizar es razonable, siempre que haya una base sólida de datos o experiencias, y siempre que ante una nueva evidencia o nuevos datos se esté dispuesto a modificar o cambiar la antigua generalización.

Hay ocasiones, sin embargo, en que la generalización resulta falsa o poco probable, porque se basa en unos cuantos hechos aislados o casos muy puntuales. Por ejemplo:

– «Los estudiantes son unos vagos ».
– «Los periódicos dicen mentiras. »
– «Los políticos son unos personajes corruptos.»

Evidentemente, del hecho de que «algunos» sean… no se infiere que «todos» sean…

2. Argumento contra la persona. Es un tipo de argumento muy frecuente y de gran poder persuasivo. En lugar de presentar las razones pertinentes en contra de una determinada opinión, se intenta refutarla criticando a la persona que la mantiene, o circunstancias que le afectan personalmente. Por ejemplo:

«El señor ‘X’ afirma que es peligroso que las jóvenes vuelvan a casa a altas horas de la madrugada. Ahora bien, ya sabemos que ese señor es padre de familia».

La idea que subyace en esta falacia es que si alguien tiene un interés particular en algo por razón de su profesión, situación familiar, etc., no puede ser objetivo sobre aquella cuestión; lo cual no siempre es cierto.

3. Argumento de la autoridad. Creer en algo por la autoridad de quien lo cuenta es lo normal, se da con mucha frecuencia. Una persona con autoridad (prestigio reconocido, conocimientos) puede efectuar afirmaciones que merecen ser tenidas en consideración. Un médico es un experto en medicina y, por tanto, una autoridad en su especialidad. Lo mismo se podría decir de un juez, un profesor, etc. Ahora bien, no todos los expertos tienen la misma cualificación; habrá que ponderar razones, actuar con prudencia.

La falacia, y por tanto la debilidad del supuesto argumento, se hace patente cuando se recurre a una «autoridad» que poco o nada tiene que ver con el tema. Se cae en este tipo de falacia siempre que un científico, intelectual, artista o persona «famosa», sostiene opiniones sobre cuestiones ajenas al motivo de su competencia o notoriedad.

4. Falacia del poder. Se atribuye a aquellos argumentos que apelan a la fuerza o poder (económico, político, militar, etc.), como razón convincente para persuadir sobre la conveniencia de una afirmación. Suele utilizarse cuando no se tienen argumentos racionales, o cuando éstos no han dado resultado. Por ejemplo:

«Estarán de acuerdo conmigo en que no es conveniente subir los sueldos. No parece que en las actuales circunstancias, la venta de mis acciones pueda beneficiar los intereses de los trabajadores».

Obsérvese que en lugar de ofrecer argumentos, lo que hay es una velada amenaza.

5. Cortina de humo o táctica de distracción. Son intentos de apartar a las personas del nudo central de la discusión, llevándola a otro terreno que no guarda relación con el caso. Por ejemplo:

« Me parece muy bien que se hable de la inseguridad ciudadana; pero ¿qué me dicen del hambre en África?».

Una variante es tratar de desacreditar los argumentos del interlocutor llevando la atención a algún aspecto trivial, que no afecta sustancialmente a lo que se quiere demostrar:

«Dice usted que ese país dispone de 5.000 cabezas nucleares. De hecho, sólo dispone de 4.900. Es obvio que no sabe de lo que está hablando».

6. Réplica irónica. En vez de responder con razones a un comentario o afirmación, la persona en cuestión hace una réplica burlesca, con la pretensión de ridiculizar el argumento del interlocutor. Por ejemplo:

Unos padres se quejan de que en la entrada de unos colegios hay individuos que venden droga. A lo cual se les responde: «Quizá preferirán que los profesores den las clases en su sala de estar».

Es suficiente. No se pretende hacer un catálogo completo de falacias o falsos argumentos; menos aún, de ir a la caza de brujas. Simplemente, se trata de ir adquiriendo un sano sentido crítico, de reflexionar sobre qué se dice y por qué, no ser excesivamente ingenuos para no dejarse convencer por el último que hace uso de la palabra. Se trataría, en suma, de ser amigos de las personas sin faltar a la verdad.

Atentos a la Verdad – Parte II


La Manipulación A Través Del Lenguaje

Una primera forma de esquivar la verdad o la objetividad, es mediante el recurso a determinadas palabras o frases breves. Por ejemplo, la descalificación de personas, grupos o instituciones, colocándoles una «etiqueta» de connotaciones peyorativas. El que la arroja, no aporta argumentos ni datos objetivos; simplemente, intenta descalificar amparándose en una palabra generalmente ofensiva:

– «Fulano es un retrógrado».

– «Ese hombre es un fascista».

Los eslóganes son frases concisas, pensadas para incitar a las personas a realizar un determinado comportamiento o cambiar una actitud. Lanzan unos mensajes incisivos que, considerados en sí mismos, no son positivos ni negativos. Su valoración dependerá de la finalidad. Son valiosos los eslóganes veraces, que se orientan hacia la mejora de las personas y de la sociedad. Son negativos -manipuladores- los que desfiguran la realidad o promueven conductas contrarias a la dignidad de la persona.

Con cierta frecuencia se ponen al servicio de intereses particulares, del beneficio económico, de ideologías reduccionistas, etcétera, sin considerar el bien de las personas, el bien común de la sociedad.

Otras veces se hacen servir unas palabras «mágicas» o de moda, que contrastan con otras consideradas negativas. He aquí una lista de algunas de ellas:

Palabras «mágicas»: Libertad. Autonomía. Progreso. Diálogo, consenso. Moderno. Nuevo. Futuro. Éxito. Tolerancia. Palabras negativas: Obediencia. Limitación. Conservador. Intransigencia. Anticuado. Viejo. Pasado. Fracaso. Fanatismo.

A la hora de hacer un discurso, exponer un punto de vista, o defender una tesis, basta con componer unas frases convincentes, hábilmente aderezadas con palabras mágicas, para que suma un efecto asombroso.

Por el contrario, si se desea descalificar algo o a alguien, basta construir unas frases adornadas de palabras negativas, para que el resultado no se haga esperar.

En ambos casos, las razones objetivas o argumentos suelen brillar por su ausencia. Sin embargo, según las palabras utilizadas, la «argumentación» suena de modo bien distinto:

«La nueva reforma educativa se ha elaborado en un clima de libertad y diálogo. Sentará las bases para el éxito escolar y preparar a los jóvenes para progresar en su vida futura».

«La reforma educativa presenta viejas limitaciones, responde a planteamientos intransigentes y conllevará más fracaso escolar».

Tras la verborrea de las palabras, hay que discernir y detectar las razones y sinrazones de lo que se afirma.

El lenguaje oral puede ser también, en algún caso, portador de virus contaminadores que una mente atenta debe aprender a detectar. Veamos un ejemplo característico.

Podría denominarse como la «respuesta predeterminada». Consiste en plantear astutamente una cuestión cuya respuesta ya está prefigurada de antemano. Tal sería el caso de una pregunta formulada en los siguientes términos:

«¿Es una locura tener hoy día más de dos hijos?».

La respuesta que se pretende primar puede adivinarla el amable lector. Formúlese, sobre la misma cuestión, esta otra pregunta:

« ¿Por qué los padres son tan poco generosos en relación al número de hijos? ».

También aquí se orienta la respuesta intencionadamente. Un debate correcto, bien planteado, debería incidir en las causas y posibles soluciones del problema de la natalidad

Super-ricos vs trabajadores


Artículo publicado por Vicenç Navarro en el diario PÚBLICO, 22 de septiembre de 2011

El artículo analiza las declaraciones que el señor Warren Buffet, una de las personas más ricas de Estados Unidos, ha hecho en un artículo en el The New York Times, y su relevancia a España. Las rentas del trabajo han estado descendiendo a costa del aumento de las rentas del capital en ambos lados del Atlántico, y el señor Warren Buffet explica porqué. Las políticas fiscales que se han ido desarrollando en ambos lados del Atlántico han contribuido a esta situación.

Warren Buffet es uno de los ricos más superricos de EEUU y del mundo. Se caracteriza por ser inteligente, por conocer muy bien la realidad que le rodea y por hablar muy claro, frecuentemente en contra de la clase social a la que pertenece. Es, como The Wall Street Journal lo define, un “traidor a su clase”. Entre sus declaraciones, la más citada por los no ricos es aquella en la que indicó que, en contra de aquellos que creen que ya no hay clases sociales en EEUU (y que, por lo tanto, asumen que el concepto de lucha de clases es anticuado e irrelevante), la realidad que él conoce es que sí que hay clases sociales y que también existe una lucha entre ellas en la que su clase –los superricos– gana cada día a costa de los intereses de la mayoría de la población, que consigue sus rentas a partir del trabajo en lugar del capital.

Tal señor escribió recientemente un artículo en The New York Times, Stop Coddling the Super-Rich (Basta de mimar a los superricos, 15-08-11), en el que explicaba los impuestos que él paga comparándolos con los que pagan los empleados de su compañía (él es un inversor financiero). Señala que pagó este año en impuestos 6.938.744 dólares, lo cual, señala, es una cifra más que respetable. Pero tal cantidad es menos del 17% de sus ingresos anuales, un porcentaje mucho menor que el de sus empleados, cuyo porcentaje varía desde el 33% al 41%, con un promedio (de los empleados de su despacho) de un 36%. Considera, con razón, que ello no es justo. Y subraya que los superricos no están contribuyendo al sacrificio general que el Gobierno federal de EEUU está pidiendo de todos los ciudadanos para salir de la crisis. A ninguno de los superricos se le ha pedido hasta recientemente que haga ningún sacrificio, y ello a pesar de que –tal como señala Buffet– la crisis les ha ido muy bien a los superricos.

¿Y cómo puede ser que paguen mucho menos en impuestos que la clase trabajadora y que las clases medias? Buffet lo dice claramente. La mayoría de su renta deriva de los beneficios que consigue de sus inversiones (la mayoría inversiones financieras). Es decir, es dinero de lo que antes se llamaba el capital financiero. Subraya Buffet que los impuestos sobre las rentas del capital (como el Impuesto de Sociedades) gravan mucho menos que las rentas del trabajo, lo cual le parece una profunda injusticia. Según él, todas las rentas, tanto las derivadas del capital como las derivadas del trabajo, deberían gravarse por igual, sin privilegios (como ocurre ahora) a las rentas del capital, que se gravan mucho menos. En realidad, no sólo gravan menos, sino que incluso han ido descendiendo más y más, bajo el argumento de que disminuir tales impuestos al capital facilita la creación de puestos de trabajo. La sabiduría convencional en el conocimiento económico –que, en general, está sesgado a favor de las rentas del capital– promueve políticas que favorecen estas últimas a costa de las rentas del trabajo, argumentando que es necesario incentivarlas para conseguir más inversión y más empleo. Pero, como Buffet señala en su artículo en The New York Times, los ingresos derivados del capital han crecido astronómicamente para los superricos, a la vez que los impuestos sobre tales rentas han ido disminuyendo y, sin embargo, la creación de puestos de trabajo en EEUU ha sido menor que antes (de 1950 a 1980) cuando las rentas del capital se gravaban mucho más que ahora.

En realidad, las políticas fiscales que definen quién paga impuestos y en qué cantidad no vienen definidas por factores económicos, sino por factores políticos, lo cual quiere decir por el poder e influencia que distintos colectivos de personas tienen en nuestras sociedades sobre las instituciones políticas (y mediáticas). Y de estos colectivos, los ricos y superricos (lo que solía llamarse la clase capitalista o burguesa, términos hoy abandonados por considerárseles anticuados) son los más influyentes. El hecho de que no se hable de clases sociales y lucha de clases en España se debe precisamente a su enorme poder sobre las instituciones políticas y mediáticas. Como consecuencia, la versión convencional de la estructura social de nuestros países afirma que las clases sociales básicamente han desaparecido, puesto que la mayoría de ciudadanos pertenece a la clase media, aceptando que por encima están los ricos –la clase alta– y por debajo los pobres –la clase baja–. Por lo demás, hablar de clase capitalista o burguesía, pequeña burguesía, clase media y clase trabajadora (la mayoría de la población) se considera ser muy anticuado. Las ciencias sociales, sin embargo, son ciencias. Y la clase social es una categoría científica. Y en ciencia no debe confundirse antiguo con anticuado. La ley de la gravedad es muy antigua, pero no es anticuada. Si lo duda, salte de un cuarto piso y lo verá. Y esto es lo que está ocurriendo a gran parte de las izquierdas gobernantes. Están saltando del cuarto piso y están cayendo en picado.

El famoso dicho del presidente Zapatero de que “bajar impuestos es de izquierdas”, continuando unas políticas iniciadas en España por el Partido Popular, ha favorecido enormemente a la clase capitalista (es decir, aquel colectivo que deriva sus rentas del capital), que como bien dice Buffet, existe. Y los datos de la Agencia Tributaria española así lo documentan. Mientras que los ingresos al Estado derivados de la gravación a las rentas del trabajo han ido aumentando desde 2006 (pasando de representar 430.428 millones de euros en 2006 a 494.431 millones de euros en 2010), las derivadas del capital han descendido considerablemente, pasando de 75.027 millones de euros a 53.455 millones de euros, y ello en gran parte, como consecuencia de las bajadas de impuestos, sobre todo a las rentas superiores y del Impuesto de Sociedades. ¿Dónde está la versión española de Buffet?

 

No me atrevo a escribir comentarios. Serían como en los comics boacadillos llenos de rayos, truenos y cerditos. . .

¿Es inevitable permanecer en el euro?


¿Es inevitable permanecer en el euro?

El comisario europeo Joaquín Almunia decía hace unos días que ningún país saldrá del euro y que nadie quería hacerlo. Lo afirmaba con la misma seguridad con la que el presidente de la comisión aseguraba casi al mismo tiempo que en  materia económica y de deuda «no hay alternativa».

Quizá se equivoquen.

A nadie le cabe la menor duda de las ventajas que disponer de una unión monetaria en Europa puede traer para todos. Pero son ventajas que solo se pueden disfrutar cuando está bien diseñada y cuando dispone de los necesarios mecanismos compensatorios para evitar que las diferencias que inevitablemente suele haber entre los países o territorios que la compongan se conviertan en una amenaza para la propia unión y en una fuente de desigualdades sociales y personales, de desequilibrios territoriales, de conflictos económicos y, en suma, de empobrecimiento para algunos de ellos.

Desgraciadamente, tal y como multitud de economistas distinguidos y de diferentes posiciones ideológicas advirtieron en su día, la unión monetaria europea se diseñó desde el principio no para que diera frutos en el terreno de la cohesión y el desarrollo armónico de las economías y de los pueblos europeos sino para que las grandes empresas y los grupos financieros dispusieran de un espacio en donde obtener rendimientos más abundantes y con menos dificultades.

Con una situación de partida entre sus componentes muy desigual, la renuncia a disponer de mecanismos equilibradores (coordinación macroeconómica efectiva, hacienda integrada, presupuestos suficientes, supervisión financiera centralizada, potentes políticas redistributivas que hubieran impedido el aumento de la desigualdad interregional que se ha producido…) llevaría inevitablemente a generar una actividad económica cada vez más polarizada en torno a los grandes centros de gravedad, a destruir constantemente tejido productivo en las periferias y a incrementar la vulnerabilidad de los territorios más débiles ante los impactos que la coyuntura económica siempre depara con mayor o menor intensidad. Y cuando estos últimos han sido especialmente fuertes, como los que ha producido la crisis financiera, todo ello se ha manifestado con toda su crudeza: cuando sufren o se deterioran en exceso los espacios más débiles el mal se traspasa también al conjunto de la economía europea.

En lugar de optar por una estrategia auténticamente comunitaria, por una integración verdadera y mutuamente satisfactoria, es decir, en lugar de concebir al euro como un instrumento para el desarrollo integral de la economía europea, multipolar y no concentrado, creador de sinergias y no fragmentador del tejido productivo; en lugar de utilizarlo para hacer de la economía europea un espacio compensado en donde la agricultura, la industria y los servicios, la actividad empresarial y los centros de poder, se desarrollaran de modo armonioso en todo su conjunto, desde el primer momento se optó por someter a toda la economía europea a los intereses y directrices del gran capital europeo encabezado por el alemán. Su enorme poder y la sumisión de los gobiernos que se iban sumando a la unión, facilitaron un proceso que ha culminado con una «alemanización» del euro que puede terminar por destruirlo.

La enorme pujanza de la economía alemana requiere una demanda constante e igualmente potente. Para que esa demanda procediese de su interior se requeriría una distribución de la renta muy favorable a los salarios y un elevado gasto público, porque estos son los que pueden garantizar una potente demanda interna. Pero cuando el capital renuncia a ceder renta no cabe sino recurrir a la demanda externa, dirigiendo la producción hacia las exportaciones como motor del crecimiento.

Hace años, la ventaja tecnológica de la que gozaba Alemania hacía que esa fuese una salida natural de su economía, y que, por ello, no implicase un deterioro paralelo de los salarios. Pero cuando la globalización y la mayor integración europea tienden a homogeneizar las condiciones salariales y la norma tecnológica, para mantener la demanda externa es necesario una estrategia más combativa en el exterior, que es la que se ha manifestado en la gestación de la unión europea y, particularmente, del euro, basada en una auténtica «conquista» alemana de los mercados europeos.

Alemania ha impuesto la estrategia que permite que el euro sea el instrumento que garantiza la demanda exterior que necesita y eso lo ha logrado liquidando literalmente el tejido productivo de los demás países y especialmente de los periféricos, imponiéndoles políticas de austeridad que les han impedido generar ingresos endógenos para generar la suficiente acumulación de capital y obligándole a financiar  entonces su crecimiento económico mediante los créditos provenientes del enorme superávit que lógicamente produce una pauta distributiva nacida de esta estrategia.

Alemania se ha quedado, o ha destruido, el tejido económico europeo y puede mantener su crecimiento gracias a la demanda de los demás países. Y como eso lógicamente merma la capacidad de generar los ingresos suficientes en estos últimos, pone a su disposición un gigantesco flujo de financiación nacido de la acumulación tan extraordinaria de rentas del capital que se obtiene en su economía, para que así puedan pagar el déficit en el que incurren constantemente.

La operación puede realizarse aparentemente sin demasiados problemas porque se produce en el marco del euro, como si fuesen déficit o superávit registrados dentro de un mismo país: cuando muchos advertimos que el déficit exterior español es insostenible porque muestra que nuestra capacidad de generar ingresos endógenos disminuye peligrosamente los defensores del status quo nos dicen que eso no es problema porque el déficit español respecto a Alemania es tan problemático como el que Cuenca pudiera tener con Zaragoza.

Es un argumento falaz. Las consecuencias de estos déficits constantes y en aumento que produce la estrategia que domina el euro sí son un gravísimo problema económico y social (aunque no lo sean desde el punto de vista contable) porque provocan, al menos o principalmente,  tres problemas que antes o después pueden hacer que todo salte por los aires en Europa:

– El primero es que genera una deuda privada en aumento que es insostenible desde cualquier punto de vista que se contemple. Algo que nunca ha preocupado a las autoridades porque a la banca le interesa que crezca cuanto más mejor. Por eso la han dejado crecer, y lo seguirán haciendo aunque lleve al saqueo de los pueblos porque cuanto más alta sea mayor será, como estamos viendo, la capacidad de extorsión a los poderes representativos y la esclavitud que imponen a los ciudadanos.

– El segundo es que en una situación de deterioro de la capacidad productiva y de los ingresos por las razones que he apuntado, es preciso imponer el grillete de la austeridad, so pena de imponer a las rentas del capital un régimen impositivo al que de ninguna manera están dispuestas a someterse. Estas políticas también merman los ingresos, disminuyen la actividad y coadyuvan a incrementar el endeudamiento que, como acabo de decir, es el negocio de los bancos. Con tal de dar salida rentable a sus excedentes el capital alemán condena así al resto de Europa a la atonía y ella misma se cava su tumba, o se obliga a involucrarse en estrategias de conquista de mercados que desvirtúan (como ha pasado con la última ampliación de la UE) el espacio del euro. En concreto, esta estrategia es la responsable del continuado deterioro de las condiciones de trabajo y del aumento del paro.

– El tercero es que puesto que sería impensable que el flujo de crédito que viene de los bancos alemanes (en realidad también de otros franceses pero como en una estrategia de seguimiento de los primeros) se dirigiera a financiar la actividad económica, industrial o de servicios, que compitiera con la exportadora alemana (es decir, que Alemania se hiciera la competencia a sí misma), su destino termina siendo o la financiación del consumo (en contra de la cínica defensa de la austeridad que se proclama) o la de burbujas como la inmobiliaria que proporcionan altos rendimientos pero no solidez a la estructura productiva sino todo lo contrario, una gran volatilidad.

En el periodo 2000-2007 la renta nacional alemana aumentó en unos 300.000 millones de euros, de los cuales el 72% fue a rentas del capital. Y en ese mismo periodo más de 270.000 millones de euros de media al año salieron de Alemania para financiar negocios en otros lugares de Europa, pero lo hicieron dirigiéndose a destinos puramente especulativos, a inflar, como he dicho, burbujas inmobiliarias y a promover la evasión y la inversión improductiva. La consecuencia es que ahora los bancos alemanes están al borde del abismo y para tratar de recuperar el capital que prestaron fuera en lugar de invertirlo en su país, ponen en peligro la recuperación del resto de las economías e imponen un saqueo criminal a las naciones de las que han obtenido en estos últimos años beneficios incalculables.

A nadie se le escapa que salirse del euro es una opción de costes extraordinarios que llevaría al país que lo hiciera a sufrir agresiones sin precedentes en Europa y a vivir algunos años de caos financiero y de empobrecimiento. Nada más cierto. Pero ¿acaso está propiciando otra cosa mejor un euro al servicio exclusivo del capital financiero y de las grandes empresas? ¿Acaso le ha dado seguridad y bienestar a Grecia a Portugal o a Irlanda? ¿Acaso no hizo España los deberes del euro y no puso sin rechistar en manos del capital alemán y europeo sus mejores empresas y centros de producción? ¿Acaso el euro nos está protegiendo de la extorsión y de los ataques especulativos? ¿no alentó el euro, en beneficio de la banca europea, el endeudamiento privado imponiendo los recortes salariales en lugar de la estabilidad financiera?

El euro, y las políticas que se vienen imponiendo para sostenerlo en la función servil que viene desempeñando, es hoy día la fuente del desastre en que vive Europa y lo que impone un saqueo criminal a los pueblos al que hay que enfrentarse por dignidad y sentido de supervivencia. El euro y la incompetencia con que los dirigentes europeos están gestionando la crisis para salvar los intereses del gran capital no da ya ningún tipo de seguridad ni puede proporcionar bienestar sino la ruina generalizada de los trabajadores, de las clases pasivas y de las pequeñas y medianas empresas. Es un expolio que hará que una Europa se levante contra otra. Dentro del euro tal y como está constituido y en el marco de las políticas que implica es imposible que países como España (y por supuesto Irlanda, Portugal o Grecia, y posiblemente también otros como Italia o incluso Francia) tengan salidas que no impliquen más sufrimientos, más sobresaltos y peores resultados macroeconómicos y sociales. No es posible.

Si no hay un giro urgente en la política europea, si no se impone la cooperación, la armonía y el reparto equitativo de la riqueza, si no se admite que quien debe gobernar Europa es el pueblo mediante sus representantes y no los grupos de presión y los poderes financieros, tenemos la obligación de salir a la calle también a reclamar que nos salgamos del infierno, como ahora el de Grecia, que quieren imponernos a todos.

http://www.juantorreslopez.com/impertinencias/137/2440-ies-inevitable-permanecer-en-el-euro

Paco Robles en ABC


Una comida diferente

Pagó la última ronda de unas cervezas que le habían sentado divinamente después de una intensa semana de trabajo, se lo habían pasado bomba despotricando del viaje del Papa, de la hipocresía de la Iglesia , de todo lo que les pedía el anticlericalismo que los unía como la amistad que se profesaban y que les servía para estar colocados en la misma empresa pública de la Junta. Se fue a casa para comer algo antes de echarse una buena siesta, pero de camino se encontró con un olor que lo llevó directamente hasta el paraíso efímero de su infancia. Un olor a cocido, a caldo humeante, el aroma que lo recibía cuando llegaba a su casa después del colegio, con su madre atareada en la humilde cocina donde la olla hervía sin cesar.

Entró en un local que le pareció un restaurante modesto, pero con encanto; iba distraído, pensando en el Informe Técnico sobre Prevención de Riesgos Psicosociales de las Personas Expuestas a Situaciones de Disrupción Económica Familiar que le habían encargado en la empresa pública donde trabaja. En realidad, no era un restaurante; sino un autoservicio frecuentado por gente de toda condición.

Había personas ataviadas a la antigua usanza, junto a individuos solitarios que vestían según las normas alternativas del arte povera. De pronto abrió los ojos y se quedó pasmado al comprobar que, quien le servía la comida en la bandeja, era una monja. Aquello era un comedor social y se vio rodeado de eso que nunca se nombra en los informes ni en los dosieres que prepara: pobres.

Quiso retirarse; pero la monja no lo dejó. Le sonrió y le dijo que no se preocupara, que la primera vez es la más complicada, que no debía avergonzarse de nada, que el cocido estaba buenísimo y que, de segundo, había filete empanado; que no se perdiera las vitaminas de la ensalada ni de la fruta, y que podía rematar la comida con un helado de los que había regalado una fábrica cuyo nombre obvió. Se vio sentado a una mesa donde un matrimonio mayor, y bien vestido, comía en silencio, sin levantar los ojos de la bandeja. Enfrente, un tipo con barba descuidada sonreía mientras devoraba el filete empanado y le contaba su vida; había perdido el trabajo, el banco se había quedado con su casa, después del divorcio no sabía a dónde ir; menos mal que las monjas le daban comida y ropa, y que dormía en el albergue bajo techo. «Al final, he tenido suerte en la vida, compañero; así que no te agobies, que de todo se sale.»

No podía creer lo que estaba sucediendo. Nadie le había pedido nada por darle de comer, ni le habían preguntado por sus creencias. Se limitaban a darle de comer al hambriento, sin adjetivos. Al salir, no le dio las gracias a la monja que le había dado de comer. Pero no fue por mala educación, sino porque no podía articular palabra. Una inclinación de cabeza. Ella le contestó con una sonrisa leve. «Vuelve cuando lo necesites y, si no estoy, di que vienes de parte mía. Me llamo Esperanza».

 Pregunta: ¿Hay algún comedor social regido por ateos o por los sindicatos

La bancarización de las cajas de ahorros es un robo al Estado y al pueblo


Ya han empezado a salir a cotización en bolsa las primeras cajas de ahorros «bancarizadas» según el proceso establecido por el gobierno en la Ley de Cajas y en el decreto posterior de reforzamiento del sistema financiero.

De esta manera se está cerrando otro hito en la historia de los robos al Estado en nuestro país perpetrado por quienes teóricamente están a su servicio. Y lo están haciendo de la única manera en que lo puede hacer, saltándose a la torera las preferencias sociales, sin consultar con la población y entregándose sin más a los intereses privados. Hasta alguien tan poco sospechoso de radicalismo como el presidente de la confederación de cajas de ahorros de España, Alfonso Quintás, reconocía en diciembre de 2009 que los intentos de privatizarlas se estaban llevando a cabo de modo «repudiable desde el punto de vista democrático», al margen del Parlamento (El País, 6-12-2009).

Me parece que la bancariación de las cajas es un auténtico robo al Estado y al pueblo por varias razones.

Para facilitar la entrada de capital privado, que lógicamente será el de los financieros más ricos y poderosos de dentro y fuera de España y no el de la gente normal y corriente, se han llevado a cabo expedientes de regulación de empleo claramente fraudulentos que van a representar una pérdida de empleo cifrada por lo bajo en más de 15.000 empleos y por lo alto en unos 30.000.

Esa pérdida de empleo puede suponer al Estado un coste de 100.000 euros por puesto de trabajo, la mitad por tener que sufragar las cotizaciones durante el tiempo de desempleo y la otra mitad por la pérdida de ingresos fiscales que se va a producir.

Solo en Caja Madrid se van a destruir 4.000 empleos, el 15% de la plantilla, sin más razón que hacer el nuevo banco más rentable para sus nuevos propietarios.

Las cajas han consumido además cuantiosos recursos públicos en los últimos meses, y los seguirán recibiendo en el futuro, que ahora simplemente van a servir para que el capital privado obtenga altos rendimientos.

Con la excusa de la mala gestión de los políticos ahora se ponen las cajas en manos de los especuladores y del capital privado, algo realmente contradictorio porque las cajas no se han comportado peor que los bancos en la crisis (de hecho su «crisis» no ha costado sino una parte minúscula de la de los bancos privados si se computa la de los años 90), mantienen más empleo que estos últimos (representan el 50% del mercado y ocupan a un 20% más de trabajadores), y realizan inversiones sociales mucho en mucha mayor medida que los bancos privados.

De hecho, lo cierto es que, quitando a las que han sido intervenidas, que no son las más grandes y una de ellas (Cajasur) por razones derivadas al comportamiento corrupto de la jerarquía católica, siguen dando beneficios. Y si algo han hecho mal las cajas en los últimos años ha sido precisamente que se hayan limitado a copiar el modo de funcionamiento y la lógica de los bancos privados. Si se hubieran comportado como lo que deben ser, como entidades financieras al servicio de intereses sociales, no se hubieran encontrado en la situación actual que, como digo, ni siquiera es peor que la de los bancos. Todo el mundo sabe que quien ha provocado la crisis ha sido la banca privada y no la pública de modo que privatizar ahora el escaso sector financiero de carácter semi público que queda es avanzar justamente en la dirección contraria a la razonable para evitar nuevas crisis en el futuro.

Con la bancarización progresiva de las cajas no solo se pone en manos del capital privado a bajo precio el capital y el patrimonio social acumulado durante años sino que además se terminará pronto con su labor social que, aunque sea un simple paliativo, al menos ha podido mantener líneas de ayuda al tercer sector que han sido fundamentales en la lucha contra la exclusión social.

Y no habrá que esperar mucho para ello: incluso antes de convertirse en bancos son muchas las cajas de ahorros que ya han reducido el presupuesto de la Obra Social, o que han cerrado centros de atención a mayores, educativos y de servicios sociales de todo tipo.

La bancarización también conlleva el desarraigo de las cajas respecto de los territorios en los que operaban, algo que ha sido fundamental en los últimos decenios para garantizar, incluso a pesar de su negativo comportamiento reciente, que se mantuvieran inversiones más pegadas al terreno y a los intereses de sus clientes.

La bancarización se ha querido justificar en los altos sueldos de los directivos de las cajas y en la excesiva politización pero lo que ocurre al convertirse en bancos es que éstos se han asignado sueldos mucho más elevados.

Los 10,5 millones de euros que puede ganar Rodrigo Rato y otros directivos en Bankia son buena prueba de que se está produciendo un auténtico y vergonzoso expolio y algo que no solo debiera merecer el reproche moral de la ciudadanía sino la condena penal de esos directivos si en España hubiera leyes decentes que impidieran que los más poderosos se lucren aún más todavía con el dinero de la gente.

Y, por si hubiera que poner alguna guinda al robo y despilfarro de recursos públicos que supone la bancarización de las cajas, resulta que de esta manera no se está garantizando que aumente la financiación de la economía. Al revés, al concentrar aún más la propiedad financiera y al someter aún en mayor medida al antiguo sector de las cajas a la lógica de la banca privada, que evidentemente es más restrictiva puesto que exige más rentabilidad, lo que se producirá será un mayor racionamiento del crédito y una mayor deriva aún de recursos hacia las actividades especulativas que provocan crisis y pérdida de empleo y de riqueza productiva.

Por eso, la bancarización también pone de relieve el servilismo y la torpeza de la patronal española y su auténtica desconexión con las empresas que de verdad crean empleo porque éstas saldrán claramente perjudicadas por la conversión en bancos de las cajas a reducirse así la competencia en el sector financiero y reducirse las posibilidades de obtener financiación más abundante y a menor coste.

Todo esto no ha sido fruto de la casualidad ni de la improvisación. El robo al Estado y al pueblo ha sido estratégicamente calculado y bien pensado. La pinza entre el Partido Popular y el PSOE (aunque no solo esa, pues lamentablemente incluso los representantes de Izquierda Unida en Caja Madrid han apoyado su privatización) ha forjado una clase política cómplice de los intereses financieros más poderosos y ha actuado a su servicio extendiendo la alfombra por la que van a entrar limpiamente para a hacerse con el patrimonio y el capital acumulado durante años por cientos de miles de pequeños y medianos ahorradores.

La ciudadanía debe reaccionar ante este nuevo expolio y hacer que paguen sus responsables. Hay que exigir que se cree una comisión que investigue el coste real de esta operación y sus beneficiarios, que se paralicen inmediatamente las privatizaciones de las cajas y el uso de los fondos públicos que han recibido para salir de la crisis en beneficio del capital privado. Hay que reclamar su nacionalización para crear un nuevo tipo de banca pública, ética, transparente, comprometida con la financiación a las empresas y la creación de riqueza. Y hay que obligar a los directivos que se han auto concedido premios, sueldos y bonus millonarios a que devuelvan ese dinero a las cajas.

Los ciudadanos tenemos poder suficiente para paralizar estos procesos de privatización de las cajas. Nosotros somos los dueños de sus recursos así que podemos expresar nuestro rechazo recurriendo a de muchas formas de sabotaje pacífico: sacando los depósitos, haciendo manifestaciones de protesta antes las sucursales, por ejemplo, acudiendo días determinados sencillamente a pedir información sobre los nuevos propietarios de las cajas o sobre el destino de los ahorros, a preguntar si las cajas utilizan tienen fondos en paraísos fiscales o si realizan inversiones en armas o en negocios especulativos. Y también reclamando una ley de responsabilidad financiera que ponga a los banqueros en su sitio, que les impida que actúen por encima de las instituciones representativas y, en suma, que ponga las finanzas al servicio de las personas.

El movimiento 15-M tiene en este aspecto una tarea fundamental porque el robo que lleva consigo la privatización de las cajas no es solo un problema financiero. Se ha podido producir porque nuestra democracia falla, porque no es verdadera, y por eso impedir que se produzca sería un paso decisivo para avanzar hacia la democracia real a la que aspiramos.

La bancarización de las cajas de ahorros es un robo al Estado y al pueblo