Super-ricos vs trabajadores


Artículo publicado por Vicenç Navarro en el diario PÚBLICO, 22 de septiembre de 2011

El artículo analiza las declaraciones que el señor Warren Buffet, una de las personas más ricas de Estados Unidos, ha hecho en un artículo en el The New York Times, y su relevancia a España. Las rentas del trabajo han estado descendiendo a costa del aumento de las rentas del capital en ambos lados del Atlántico, y el señor Warren Buffet explica porqué. Las políticas fiscales que se han ido desarrollando en ambos lados del Atlántico han contribuido a esta situación.

Warren Buffet es uno de los ricos más superricos de EEUU y del mundo. Se caracteriza por ser inteligente, por conocer muy bien la realidad que le rodea y por hablar muy claro, frecuentemente en contra de la clase social a la que pertenece. Es, como The Wall Street Journal lo define, un “traidor a su clase”. Entre sus declaraciones, la más citada por los no ricos es aquella en la que indicó que, en contra de aquellos que creen que ya no hay clases sociales en EEUU (y que, por lo tanto, asumen que el concepto de lucha de clases es anticuado e irrelevante), la realidad que él conoce es que sí que hay clases sociales y que también existe una lucha entre ellas en la que su clase –los superricos– gana cada día a costa de los intereses de la mayoría de la población, que consigue sus rentas a partir del trabajo en lugar del capital.

Tal señor escribió recientemente un artículo en The New York Times, Stop Coddling the Super-Rich (Basta de mimar a los superricos, 15-08-11), en el que explicaba los impuestos que él paga comparándolos con los que pagan los empleados de su compañía (él es un inversor financiero). Señala que pagó este año en impuestos 6.938.744 dólares, lo cual, señala, es una cifra más que respetable. Pero tal cantidad es menos del 17% de sus ingresos anuales, un porcentaje mucho menor que el de sus empleados, cuyo porcentaje varía desde el 33% al 41%, con un promedio (de los empleados de su despacho) de un 36%. Considera, con razón, que ello no es justo. Y subraya que los superricos no están contribuyendo al sacrificio general que el Gobierno federal de EEUU está pidiendo de todos los ciudadanos para salir de la crisis. A ninguno de los superricos se le ha pedido hasta recientemente que haga ningún sacrificio, y ello a pesar de que –tal como señala Buffet– la crisis les ha ido muy bien a los superricos.

¿Y cómo puede ser que paguen mucho menos en impuestos que la clase trabajadora y que las clases medias? Buffet lo dice claramente. La mayoría de su renta deriva de los beneficios que consigue de sus inversiones (la mayoría inversiones financieras). Es decir, es dinero de lo que antes se llamaba el capital financiero. Subraya Buffet que los impuestos sobre las rentas del capital (como el Impuesto de Sociedades) gravan mucho menos que las rentas del trabajo, lo cual le parece una profunda injusticia. Según él, todas las rentas, tanto las derivadas del capital como las derivadas del trabajo, deberían gravarse por igual, sin privilegios (como ocurre ahora) a las rentas del capital, que se gravan mucho menos. En realidad, no sólo gravan menos, sino que incluso han ido descendiendo más y más, bajo el argumento de que disminuir tales impuestos al capital facilita la creación de puestos de trabajo. La sabiduría convencional en el conocimiento económico –que, en general, está sesgado a favor de las rentas del capital– promueve políticas que favorecen estas últimas a costa de las rentas del trabajo, argumentando que es necesario incentivarlas para conseguir más inversión y más empleo. Pero, como Buffet señala en su artículo en The New York Times, los ingresos derivados del capital han crecido astronómicamente para los superricos, a la vez que los impuestos sobre tales rentas han ido disminuyendo y, sin embargo, la creación de puestos de trabajo en EEUU ha sido menor que antes (de 1950 a 1980) cuando las rentas del capital se gravaban mucho más que ahora.

En realidad, las políticas fiscales que definen quién paga impuestos y en qué cantidad no vienen definidas por factores económicos, sino por factores políticos, lo cual quiere decir por el poder e influencia que distintos colectivos de personas tienen en nuestras sociedades sobre las instituciones políticas (y mediáticas). Y de estos colectivos, los ricos y superricos (lo que solía llamarse la clase capitalista o burguesa, términos hoy abandonados por considerárseles anticuados) son los más influyentes. El hecho de que no se hable de clases sociales y lucha de clases en España se debe precisamente a su enorme poder sobre las instituciones políticas y mediáticas. Como consecuencia, la versión convencional de la estructura social de nuestros países afirma que las clases sociales básicamente han desaparecido, puesto que la mayoría de ciudadanos pertenece a la clase media, aceptando que por encima están los ricos –la clase alta– y por debajo los pobres –la clase baja–. Por lo demás, hablar de clase capitalista o burguesía, pequeña burguesía, clase media y clase trabajadora (la mayoría de la población) se considera ser muy anticuado. Las ciencias sociales, sin embargo, son ciencias. Y la clase social es una categoría científica. Y en ciencia no debe confundirse antiguo con anticuado. La ley de la gravedad es muy antigua, pero no es anticuada. Si lo duda, salte de un cuarto piso y lo verá. Y esto es lo que está ocurriendo a gran parte de las izquierdas gobernantes. Están saltando del cuarto piso y están cayendo en picado.

El famoso dicho del presidente Zapatero de que “bajar impuestos es de izquierdas”, continuando unas políticas iniciadas en España por el Partido Popular, ha favorecido enormemente a la clase capitalista (es decir, aquel colectivo que deriva sus rentas del capital), que como bien dice Buffet, existe. Y los datos de la Agencia Tributaria española así lo documentan. Mientras que los ingresos al Estado derivados de la gravación a las rentas del trabajo han ido aumentando desde 2006 (pasando de representar 430.428 millones de euros en 2006 a 494.431 millones de euros en 2010), las derivadas del capital han descendido considerablemente, pasando de 75.027 millones de euros a 53.455 millones de euros, y ello en gran parte, como consecuencia de las bajadas de impuestos, sobre todo a las rentas superiores y del Impuesto de Sociedades. ¿Dónde está la versión española de Buffet?

 

No me atrevo a escribir comentarios. Serían como en los comics boacadillos llenos de rayos, truenos y cerditos. . .

El disparate económico de Rubalcaba


Leo y comparto:

El candidato socialista Alfredo Pérez Rubalcaba acaba de proponer un pacto entre sindicatos y patronal para reducir los salarios y los beneficios, una propuesta que a mí me parece que solo llevaría a que la economía española fuese a peor si se llevase a cabo.

Trataré de explicar lo más breve y sencillamente posible por qué creo que lo que afirma Rubalcaba es simplemente un dislate.

El valor monetario de todo lo que se produce en una economía conforma el llamado Producto Nacional (dejaré ahora de lado el hecho importante de que, al centrarse solo en valores monetarios, no se mide el producto que no tenga expresión monetaria, como el que se genera, por ejemplo, mediante el trabajo doméstico).

Inmediatamente que se genera, ese producto se convierte en renta por su mismo valor.

Esta renta es el total de los pagos que se han debido realizar a los factores que ha sido necesario utilizar para obtener el producto. Los factores que se suelen utilizar para producir los bienes y servicios son los recursos naturales, el trabajo y el capital (el capital físico -maquinarias, instalaciones…- y el capital financiero).

El pago de los recursos naturales se llama en economía renta, el del trabajo sueldos y salarios (que incluyen los que se perciben directamente más las cotizaciones sociales) y el pago por la utilización del capital es el tipo de interés (en los cursos de economía se demuestra fácilmente que la retribución del capital físico tiende a ser igual a la del capital financiero).

Sin embargo, para simplificar podríamos resumir esos diferentes pagos en dos grandes conceptos: los sueldos y salarios (retribución del trabajo en todas sus modalidades) y rentas del capital o beneficios (incluyendo tanto las rentas del capital como las de la tierra o recursos naturales). Y más concretamente, los beneficios así entendidos se denominan excedente de explotación bruto porque es la retribución final que perciben los propietarios del capital en todas sus formas una vez que se ha hecho frente a todos los costes de la producción (que o son sueldos y salarios u otros conceptos que en realidad son también rentas del capital).

Lo que acabo de decir lleva a dos ideas fundamentales y que a veces, como ahora con la propuesta de Rubalcaba, se ocultan para engañar a la gente:

– La primera es que la producción y la distribución de la renta se producen al mismo tiempo. Como he dicho, para producir es necesario retribuir en el mismo momento en que se produce a los propietarios de los factores (a los trabajadores o a los propietarios del capital), así que al producir se está ya repartiendo de una manera u otra el ingreso. Esto es importante porque los políticos que no quieren poner sobre la mesa el problema de la desigualdad suelen decir «primero hay que producir la tarta y luego repartirla, así que dediquémonos ahora a producir que cuando hayamos producido ya repartiremos». Como acabamos de ver, eso puede ser cierto en repostería pero no en economía.

– La segunda idea es que, dado un determinado volumen de producción, si sube la «parte salarial» bajan los beneficios y si baja suben los beneficios. Es verdad que puede ocurrir que una parte de los salarios y de los beneficios vayan al Estado y que éste puede corregir el reparto inicial, pero eso será, si se produce, en segunda instancia (por eso llamamos a esa acción del Estado re-distributiva) y por eso no cambia lo que acabo de decir. Lo que no puede ocurrir, pues, es que suban al mismo tiempo los salarios y los beneficios, o que ambos bajen si se mantiene igual el volumen de producto

Por tanto, si Rubalcaba propone que bajen los salarios y los beneficios solo puede estar proponiendo dos cosas:

a) que baje el producto a generar y, por tanto, el ingreso total, lo cual es una barbaridad en la situación en la que estamos (otra cosa es que debamos obtener nuevos ingresos pero no de las actividades económicas hasta ahora dominantes, pero de este asunto no me puedo ocupar ahora), o

b) que trabajadores y propietarios del capital renuncien a una parte de sus ingresos para dárselos al Estado, lo cual no tiene mucho sentido hoy día y, además, en términos económicos no cambia lo anterior porque, más tarde o más temprano, o van a salarios o van a beneficios.

Pero la propuesta de Rubalcaba resulta aún más delirante, sobre todo, si se tiene en cuenta el papel que tienen los salarios y los beneficios en la economía.

Con independencia de otras consideraciones de equidad o de discurso alternativo, en economías como las actuales, ambos son fundamentales.

Los salarios lo son no solo porque constituyen el único ingreso y, por tanto, la única fuente de satisfacción de necesidades de los trabajadores, sino también porque es fundamentalmente con los salarios con lo que se puede comprar la producción que realizan las empresas. Imaginen por un momento el sueño de los empresarios torpes -salarios muy, muy reducidos-: ¡no podrían vender sus productos!

Eso fue lo que el célebre Henry Ford contestaba a sus colegas cuando le reprochaban que hubiese aumentado el sueldo de sus trabajadores: «todos los capitalistas del mundo juntos -decía- somos insuficientes para comprar todo lo que producimos. han de comprarlo nuestros trabajadores».

Es verdad que ocurre, como señaló el economista polaco Michael Kalecki, que los empresarios a veces prefieren tener menos beneficios imponiendo desempleo y, por tanto, bajos salarios, porque así tienen más poder político. Por eso es importante entender que cuando la gran patronal reclama recortes salariales no está buscando que la economía funcione mejor sino tener más poder.

Por otro lado, los beneficios también son fundamentales en las economías capitales en las que se encuentra Rubalcaba y todos nosotros porque sin ellos no habría empresarios (grandes o pequeños) ni ahorradores que arriesgaran su capital (físico o financiero). Y, por tanto, sin beneficios no habría producción (me refiero, como he dicho, a lo que pasa hoy día en nuestras economías, no a lo que pudiera ocurrir si el sistema económico fuese otro, como yo desearía, por cierto, pero eso es otro asunto que no puedo desarrollar aquí).

Pues bien, es fácil comprobar entonces que la propuesta de Rubalcaba es un dislate porque lo que viene a proponer es que disminuyan los dos motores de los que hoy día depende el funcionamiento de la economía: si la llevara a cabo bajaría la demanda y con ello la producción y aún más los beneficios, y al bajar los beneficios bajarían el empleo, los ingresos, la producción… en un círculo vicioso fatídico.

¿Quiere eso decir qua hay que dejar las cosas tal y como están?

De ninguna manera. Vicenç Navarro, Alberto Garzón y yo hacemos otra propuesta diferente en un libro titulado HAY ALTERNATIVAS que saldrá publicado a mediados de octubre.

Nosotros creemos que los gravísimos problemas que la economía mundial y la española en particular padecen hoy día tienen su origen en una distribución de la renta que se manifiesta en tres dimensiones principales: bajos salarios, bajos beneficios de la actividad empresarial productiva que crea empleo y elevadísimos beneficios de la actividad financiera, de la especulativa y de las grandes empresas con poder de mercado que en lugar de crear riqueza y empleo los destruyen.

En los últimos años la participación de los salarios en el total de la renta ha bajado mucho. Eso es justamente lo que ha provocado que la producción de bienes y servicios sea insuficiente y que, al mismo tiempo, haya tanto desempleo y en aumento, y tanta gente en el mundo que no puede satisfacer sus necesidades básicas.

La caída de la participación de los salarios en la renta nacional en España ha sido de unos diez puntos en la última década a pesar de que ahora hay unos cinco millones más de trabajadores ocupados, y de unos 13 puntos desde 1976.

Por otro lado, y tal y como he dicho antes, eso ha tenido un efecto paralelo: el incremento de los beneficios o del excedente bruto.

Pero el problema que ha ocurrido es que la gran parte de ese beneficio no se ha dirigido a la extensión de la producción de los bienes y servicios que satisface las necesidades sociales porque los salarios bajos generan insuficiente demanda y eso ha impedido obtener en la actividad productiva la misma rentabilidad que proporciona la inversión financiera (que, a su vez, se ha privilegiado gracias al poder político de la banca que es la que anima este proceso). Y es por eso que podemos afirmar que los salarios escasos han provocado una deriva de los capitales hacia la inversión financiera y especulativa que ha terminado por generar la crisis en la que estamos.

Nuestra opinión es que efectivamente es imprescindible un Pacto de rentas en España pero no para empobrecer a todos, como ocurriría si se aplica la idea de Rubalcaba, sino para crear más actividad del tipo de realmente necesita la sociedad española.

Concretamente, proponemos que se acuerde que los salarios recuperen en un periodo razonable de cinco a siete años, su nivel de participación en la renta nacional más alto de la época democrática y que se adopten medidas para que eso no se traduzca en menos beneficios para las empresas que creen empleo dedicándose a desarrollar un nuevo modelo productivo más sostenible y eficiente. Lo cual se puede conseguir mediante acuerdos de incremento de la productividad.

Lógicamente, eso ha de llevar consigo medidas que recorten las rentas financieras y que penalicen el uso especulativo y financiarizado del ahorro y, al mismo tiempo, otro aspecto esencial al que no parece que se haya referido Rubalcaba: la dotación del capital social que se necita para que trabajadores y empresarios productivos pueden fomentar la productividad y un nuevo modelo de producción y consumo. Para lo cual es necesario más gasto público y social, al menos el equivalente al que tienen los países de nuestro entorno.

Somos plenamente conscientes de que para que se pueda llevar a cabo una propuesta de esta naturaleza es necesario cambiar más cosas: la correlación política de fuerzas para que los banqueros y grandes empresarios no impongan su lógica especulativo al resto de la sociedad y, por supuesto, al resto de las empresas; la actitud de los sindicatos y de los trabajadores hacia las empresas para que dejen de creer que el enemigo es la empresa o los empresarios cuando en realidad lo es un tipo concreto de empresario que es enemigo de la gran parte de la clase empresarial, de la pequeña y mediana que es la que crea empleo; y también la actitud de los empresarios hacia los sindicatos, hacia la negociación y hacia el sector público; el funcionamiento de las administraciones públicas que ha de ser más ágil y eficaz; y, en general, la actitud de toda la población, que debe desembarazarse de los valores individualistas y pasivos que ha inculcado la política y la cultura neoliberal.

En cualquier caso, podremos matizar y concretar nuestra propuesta más adelante pero lo que quiero ahora poner de relieve es que moderar salarios, como propone Rubalcaba, es una medida que proponen los neoliberales que aumenta el poder político y los beneficios de los grandes propietarios pero que, como estamos viendo en otros países y en el nuestro desde hace años, lo hace a costa de generar menos actividad económica y menos empleo y ambos de peor calidad, lo cual es especialmente nefasto en momentos de recesión como los actuales. Y, al mismo tiempo, que disminuir beneficios sin matizar que los que hay que disminuir son los de la banca, los de las grandes empresas que destruyen empleo y tejido productivo y no los de las pequeñas y medianas que crean empleo, y que limitarse a proponer que disminuyan sin poner en marcha propuestas para que aumente la productividad, para lo cual es preciso que aumente nuestro gasto público, es otra barbaridad. Y que si, para colmo, lo que se propone, como hace el candidato socialista, es hacer ambas cosas a la vez la propuesta se convierte ya simplemente en un dislate.

Un poco largo pero despacio es provechoso.

Saludos

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